Si una gata da a luz en un horno…
…¿Por ello pare bizcochos?
El simbolismo es esa costumbre que tienen ciertos directivos de empresas, de copiar conductas y métodos de organizaciones exitosas, creyendo que de esa forma lograrán resultados igualmente exitosos.
Al proceder de esa manera, ocurre con frecuencia que se pone la atención en lo obvio, en lo visible, pasando por alto el contexto, las circunstancias dentro de las cuales han surgido dichas prácticas; ignorando también que las organizaciones son sistemas abiertos, con múltiples relaciones y con una alta dependencia entre sus componentes.
La frase que encabeza este artículo la repetía con insistencia la abuela de Rui, un dedicado y perspicaz Gerente de Ventas que parece estar vacunado contra el simbolismo. Ella nos previene del riesgo de dejarnos engañar por las apariencias, recordándonos que “no todo lo que brilla es oro” y que “el hábito no hace al monje”.
Las prácticas exitosas de las organizaciones, las llamadas “mejores prácticas”, emergen de la coincidencia de una serie de factores, entre los cuales destacan:
- La presencia de una situación retadora, que requiere ser solucionada
- Una interpretación objetiva y desapasionada de los hechos que la constituyen
- La determinación de la empresa de resolver la situación planteada de forma radical
- El dominio de las disciplinas involucradas en la decisión
- La conjunción de varias ideas y la sinergia entre distintos actores
- Apertura para experimentar
- El ajuste de la solución implementada, en función de los resultados alcanzados
Tomar como referencia los elementos visibles de las buenas prácticas de gestión de las empresas o de las naciones líderes, puede representar un buen punto de partida donde comenzar en la exploración de nuevas formas de conducirnos -así lo hicieron los japoneses, los coreanos y luego los chinos. Pero no podemos quedarnos solo en la superficie, en las apariencias, sino que necesitamos profundizar y comprender el entorno dentro del cual estas prácticas han surgido y han conseguido ser válidas.
Solo si las condiciones de la organización o el país que tomamos como modelo son similares a las nuestras, los métodos empleados podrán extrapolarse y sostenerse en el tiempo.
Así que estemos muy alertas ante el simbolismo, por cuanto representa una costumbre peligrosa que pudiera hacer perder el norte a una organización, al empeñarse éstas en seguir caminos y adoptar prácticas de gestión que no aplican a su situación particular.
Nos viene a la mente la admonición de la experimentada profesora universitaria que, resaltando antes sus alumnos la relevancia de lo verdadero, de lo genuino, reiteraba en sus clases:
“Las cosas son lo que son y si no, pierden su esencia y se desvanecen”.
No permitamos pues que el simbolismo desvanezca las energías de nuestros directivos y trabajadores al enrolarlos en prácticas fuera de contexto; ajenas a nuestra realidad organizativa.
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© 2024 Vladimir Gómez Carpio
Consultor en Desarrollo Organizativo
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