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Quítese el sombrero

La importancia de dejar de pensar

Cuando Edward De Bono, el psicólogo maltés, sorprendió al mundo en 1985, con su método de los “Seis sombreros para pensar” (Six Thinking Hats: An Essential Approach to Business Management), nos regaló una original técnica para tomar consciencia de los diferentes modos de pensar que empleamos diariamente y mostró cómo un uso intencionado de ellos podría repercutir en la calidad de nuestras decisiones.

En su genial enfoque, De Bono expone que tenemos seis formas de pensar que utilizamos a manera de sombreros -según la ocasión- los cuales identificó con colores para facilitar su comprensión. Estos son:

  1. Sombrero blanco: Sirve para presentar los hechos, las cifras y los datos de manera neutra, objetiva. Sin juicios, ni opiniones.
  2. Sombrero rojo: Legitima las emociones y los sentimientos, sin requerir justificación alguna; permitiendo simplemente expresarlos.
  3. Sombrero negro: Representa la crítica negativa y el pesimismo. Señala los problemas, los obstáculos y los riesgos; el porqué las cosas podrían salir mal.
  4. Sombrero amarillo: Es el pensamiento afirmativo, constructivo, optimista. Enfatiza las fortalezas o puntos fuertes de una idea, realizando una prospección positiva.
  5. Sombrero verde: Es la creatividad, las nuevas ideas o alternativas; el pensamiento lateral o divergente.
  6. Sombrero azul: Representa el orden y coordina el uso de los demás sombreros: pensar sobre el pensar. Es la visión directiva o gerencial, la que ve las cosas desde lo alto.

Pero así como podemos aplicar esfuerzos para aprender a pensar -siguiendo este u otros métodos- de igual forma tendríamos que invertir tiempo en aprender a dejar de pensar. A parar de vez en cuando nuestra mente, para beneficiarnos del descanso profundo y del reordenamiento de ideas que sucede durante esos momentos.

Cuando decimos que alguien es capaz de manejar un instrumento, digamos un ordenador (o computador), no solo lo decimos porque es competente para operarlo con una cierta pericia, sino también porque puede tanto encenderle como apagarle. Cuando eso sucede, decimos que dicha persona tiene control sobre el equipo en cuestión.

Sin embargo no podemos afirmar lo mismo de nuestra mente. Son muy pocas las personas capaces de detener su mente de manera voluntaria; son muy pocas las que pueden dejar de pensar.

¿Cómo dejar de pensar?

Para lograrlo contamos con otro regalo que nos ha llegado, esta vez, desde Oriente, la meditación.

Meditar es un acto mediante el cual, controlando nuestros sentidos y nuestras sensaciones corporales, llevamos la atención a nuestra respiración, para alcanzar un estado de relajación y de inactividad mental que produce gran bienestar.

Técnicas de meditación existen muchas -sé de más de 40- pero en esencia todas coinciden en lo mismo: el logro de una cierta quietud o inactividad mental y un profundo reposo corporal.

Las neurociencias están determinado que la meditación produce “espacios en blanco” en nuestro cerebro, que al parecer son los responsables de la reorganización de nuestras ideas. Esto da a lugar a estados de conciencia más esclarecidos, de los cuales devienen procesos creativos.

La meditación viene a ser a nuestra mente lo que el sueño es a nuestro cuerpo: Una fuente de renovación interna, gracias al cese de la actividad mental, que en la mayoría de las personas ocurre de manera incesante y frenética.

De manera que así como aprender a pensar es definitivamente una manera de utilizar más eficazmente nuestro aparato mental y por ende ser más exitosos en la vida, aprender a meditar -dejar de pensar- es el complemento imprescindible para una vida satisfactoria y para el logro de la felicidad.

Si se propone  aprender a meditar y lo logra, entonces….chapeau! (me quito el sombrero).

© 2024 Vladimir Gómez Carpio
Consultor en Desarrollo Organizativo
www.soyvladimirgomezc.com
vladigom@hotmail.com

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