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Amiguismo y Estado

Superando obstáculos para el desarrollo

Durante una barbacoa en el patio de su casa, el psiquiatra le confiesa a su amigo y colega que se había implicado sentimentalmente con una hermosa modelo, quien había acudido a su consulta en busca de ayuda profesional.

En la película en cuestión, el amigo le escucha atento a la vez que perplejo, mientras el otro le refería que habían llegado incluso a tener intimidad física.

Al terminar su relato, el confeso le pregunta al otro qué piensa, a lo que éste le responde: “lo lamento, no has debido hacerlo, el lunes iré a denunciarte al colegio de médicos”.

El infractor le reclama: “¿pero cómo vas a ser capaz de eso?, te lo he contado porque eres mi amigo, porque confío en ti”. Y el colega le contesta: “te daré mi ayuda para afrontar esta situación, pero soy tu amigo, no tu cómplice. Lo que has hecho es una falta”.

Esta escena debe resultar inimaginable para muchas personas que confunden la amistad con la complicidad.

El bienestar colectivo no sólo se construye mediante la creación de los medios que aseguren una equitativa distribución de las riquezas, sino también al no hacer concesiones con los principios o normas de vida que garanticen el mantenimiento de dicha equidad.

Conductas como la descrita en la película antes referida están asociadas a la formación y a los valores de los individuos, e implican una claridad conceptual y un compromiso que no siempre son fáciles de lograr, pero que son los que permiten discernir entre lo correcto y lo incorrecto. Sobre todo en esos casos en los que puede estar en juego una amistad.

“Con amigos así, no hacen falta enemigos”– reza el dicho popular.

En los países bien desarrollados el Estado atiende la mayoría de las necesidades de sus habitantes, velando porque la economía funcione -que los recursos lleguen a todos- porque exista seguridad, porque se garantice la salud y porque haya acceso a la educación; entre otras funciones. Pero en los países en los que el Estado no ha asumido con solvencia esas responsabilidades -los llamados países “en vías de desarrollo”- éstas quedan relegadas a una institución que con frecuencia es menospreciada sin haber entendido bien sus raíces: el amiguismo.

El amiguismo es la práctica de favorecer a los amigos en perjuicio del derecho de terceras personas de más valía, o del interés colectivo.

En las naciones en las que el Estado no ha alcanzado un grado de madurez suficiente como para erigirse en el organizador de la vida comunitaria, el individuo para sobrevivir depende muchas veces de la buena voluntad de amigos y vecinos quienes le ayudan a superar una mala racha, a cuidar de los niños ante una eventualidad, a resolver un aprieto económico, a cubrir los gastos médicos, a conseguir alimentos. Pero la amistad mal entendida, esa que deriva en complicidad, definitivamente no es una aliada del desarrollo. Por lo contrario, lo obstaculiza.

Por su parte, en los países desarrollados, el amiguismo deriva de la avaricia y del abuso del poder, constituyendo un verdadero lastre para la sociedad.

El amiguismo y el favoritismo tienen que dar paso a la verdadera amistad y a la meritocracia bien entendida; esa que se fundamenta en valores, sin ser clasista, ni excluyente.

De manera que un verdadero amigo no es aquel que al llamarlo a media noche y decirle “he matado a un hombre”, nos responde: “¿a qué hora lo enterramos?”, sino aquel que nos dice: “te acompaño a buscarte un buen abogado y a entregarte a la justicia”.

© 2024 Vladimir Gómez Carpio
Consultor en Desarrollo Organizativo
www.soyvladimirgomezc.com
vladigom@hotmail.com

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