Mudar de conciencia
Otro mundo dentro de este mundo
Tres personas andan por una misma calle, a pocos metros unas de las otras. Expuestas a un mismo escenario, a unos mismos sonidos; a unas mismas imágenes, olores y sensaciones térmicas. Cabría esperar de ellas que las tres estuvieran percibiendo y experimentando lo mismo, pero difícilmente sea así.
Si nos adentráramos en las mentes de esas personas y, mejor aún en sus corazones, descubriríamos que mientras una está emocionada porque va a encontrase con su amada, la otra va preocupada porque no ha podido pagar la hipoteca de su casa y la tercera enojada por una trastada que le ha hecho un amigo.
A pesar de vivir en un mismo barrio, en una misma ciudad, y coincidir en un mismo momento del tiempo, las personas vivimos en realidades distintas, en mundos diferentes.
Me gusta pensar que tengo dos casas (estados de conciencia) en las que puedo vivir: una ubicada en una planta baja y la otra en una planta alta.
Habito en la de la planta baja cada vez que me muevo siguiendo el ritmo que marca la opinión pública, cuando me hago eco de los problemas y los desatinos de nuestro desarrollo social; o cuando me sumo en la TV y en toda su carga de violencia y malas noticias; o cuando me regodeo en mis problemas, dándoles vueltas y vueltas, sacándolos a la luz de vez en cuando, quejándome, no con la intención de solucionarlos, sino para reeditarlos.
Cuando estoy en esa planta me la paso preocupado por los grandes males de la humanidad y en sus paredes se pueden leer frases como:
- “Este mundo está perdido”
- “Todos los políticos son unos corruptos”
- “Los ricos están completos”
- “No quieras olvidar tu pasado, es parte de tu vida”
Y toda una colección de frases hechas similares, que me ayudan a existir sin tener que pensar, enfermo de tanto “realismo” y deambulando como cualquier otro ciudadano del mundo de la planta baja.
Pero producto del trabajo de superarme, de reflexionar sobre lo vivido, de leer y de meditar, fui construyendo poco a poco mi casa de la planta alta. Ahí los cuadros que la decoran tienen frases como:
- “El mundo que experimentas es tu creación”
- “Atraes aquello en lo que te enfocas”
- “El propósito de esta vida es ser feliz”
- “Todos estamos hechos de un mismo tejido que nos conecta, que nos vincula”
De más está decir que en mi residencia de la primera planta la vida transcurre plácidamente y las cosas se ven desde lo alto. Allí vivo mi vida guiado por el norte que representa mi visión de futuro, pero sin perderme el momento presente, pues en esta planta siento que nada me falta.
Ese privilegio de tener dos plantas situadas en dos mundos o planos diferentes no es sólo mío, es de todo aquel que logre tomar consciencia de esta posibilidad y de todo el que sepa cómo tomar el ascensor que le muda de plano, de estado de conciencia.
Ese ascensor se llama “atención” y nos transporta al aquí y al ahora, elevando la frecuencia vibratoria, y con ello la calidad de nuestras emociones.
Tenemos el poder de decidir dónde pasar más tiempo, en la planta baja o en la planta alta. A sabiendas de que el ascensor que nos permite cambiar de planta está disponible en dondequiera que nos encontremos. Para llamarlo solo hace falta llevar la atención a nuestra respiración y constatar como luego de unas pocas inspiraciones y espiraciones, ya comenzamos a leer los textos de las paredes de nuestra casa de la primera planta.
Si lo hacemos con frecuencia, llegará un momento en el que nos instalaremos a vivir definitivamente allí, en ese espacio-tiempo donde todo se armoniza y donde las cosas funcionan de manera fluida. Y bajaremos a la otra planta solo de vez en cuando, a invitar a otros a que construyan casas como la nuestra.
© 2024 Vladimir Gómez Carpio
Consultor en Desarrollo Organizativo
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