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La otra “fuga” de talentos en Venezuela

“Acumulando energías para un gran cambio”

Visitar Venezuela regularmente nos da la ocasión de comprobar cómo puede dañar a un país la mentalidad de un gobierno y su incapacidad para promover el bienestar colectivo.

Confieso que aún sigo creyendo que a algunos líderes del chavismo les guiaban buenas intenciones, pero ya sabemos que de buenas intenciones también está empedrado el camino al infierno. Y un infierno es, precisamente, lo que está viviendo el pueblo venezolano.

Viajando recientemente por ocho estados de este hermoso país, mi país, he podido constatar cómo cada día sus ciudadanos se ven obligados a hacer colas interminables para comprar alimentos, medicinas, repuestos para el auto y casi cualquier cosa; expuestos a la acción de un hampa desbordada; viviendo en ciudades sucias, descuidadas; y viendo limitada su productividad debido a los cortes frecuentes en la energía eléctrica.

Todo esto conlleva una sensación de orfandad, producida por un gobierno que no da señales de querer solucionar, de forma efectiva, estas situaciones.

Al mismo tiempo, los venezolanos tienen que contemplar pasivamente cómo sus familias se van desmembrando, como consecuencia del afán migratorio de los cientos de miles de jóvenes -y de no tan jóvenes- que buscan su destino en otra parte; en alguna tierra que los acoja, les dé la oportunidad de vivir y de desarrollarse; y no solo de sobrevivir.

La fuga de talentos de Venezuela es tremenda y es evidente. Algunos la sitúan en más de un millón de personas. Todo el que puede se marcha con sus sueños y sus habilidades a cualquier lugar en el que lo valoren, lo respeten, no corra el riesgo de que lo maten por robarle un teléfono móvil y le dejen trabajar, llevando una vida digna.

Pero la fuga de talentos no es solo esa que se puede constatar en las fronteras del país, hay otra mucho más grave que sucede puertas adentro. Ocurre cada vez que sus residentes se entretienen en el lamento colectivo, la crítica intrascendente y el pesimismo paralizante. Hablando constantemente de lo que no hay, de lo que les falta y de cómo se vivía antes.

Es impresionante la falta de consciencia que tienen muchísimos venezolanos sobre los efectos perjudiciales de esta actitud; cómo incurren en la auto descalificación nacional y en hacer proyecciones negativas sobre el futuro, sin darse cuenta de que, de esa forma, lo que están es medrando sus energías y atrayendo a sus vidas “más de lo mismo”. Es decir, le están dando más fuerza a lo que dicen no querer, que a lo que en verdad quieren.

Hace unos días charlando con un amigo en Caracas, en dos ocasiones durante la conversación me refirió que no conseguía comprar papel higiénico. La tercera vez que volvió a mencionarlo le dije: “¿Necesitas ir al baño?”. Me replicó: “No, ¿por qué me lo preguntas?”. Le contesté: “porque no puede ser que todo el tiempo tengas en tu mente y como tema de conversación, lo que te falta, lo que no consigues cuando vas al mercado. ¡Piensa en ello cuando tengas que decidir algo al respecto, pero deja ya de torturarte todo el tiempo con las ideas de escasez; pueden terminar desquiciado!

Es más que evidente la impresionante escasez de artículos de todo tipo en Venezuela. Pero esa situación no puede volverse la excusa para llenar todo el espacio mental y de conversación con dicho tema. Negando toda posibilidad de intercambiar ideas y experiencias positivas, las cuales también continúan estando presentes en el país. Ya que son éstas últimas, a fin de cuentas, las que pueden producir el gran giro positivo en la actualidad venezolana.

La oportunidad que tiene una persona de cambiar -para mejor- su vida, la de su familia, la de su empresa e incluso la de su país entero, depende fundamentalmente de dos grandes iniciativas: la primera, que logre enfocarse y poner su mente en lo que quiere (y no en lo que no quiere); la segunda, que consiga aunar esfuerzos para realizar las actividades que le permitan obtener los resultados esperados, dentro de su área de influencia.

Esta es la fórmula mediante la cual se han hecho posible todos los pequeños y grandes logros de la humanidad. Y si alguien duda de ello, que piense por un instante en la cantidad de ejemplos que tiene en su propia vida. Verá como la mayoría de sus logros los ha conseguido mediante esa estrategia dual de enfoque y acción.

Es por ello que me pregunto: si esa es la forma mediante la cual hemos alcanzado la mayor parte de nuestros logros personales y colectivos ¿Qué hacemos entonces perdiendo nuestro tiempo al regodearnos pasivamente en la queja, la crítica intrascendente y el pensamiento pesimista? ¡Ese es el mayor despilfarro de energía del venezolano: los millones de horas-hombre gastadas en pensar y hablar en forma derrotista y negativa!

Es una pérdida de energías mucho mayor que la que se produce durante las grandes colas para conseguir alimentos, medicinas o repuestos para el auto. Mucho mayor que la que ocurre al estar pasivamente escuchando los fastidiosos discursos de los personajes del gobierno. Mucho mayor que los tiempos improductivos debidos a la falta de electricidad. Mucho mayor que la fuga de talentos debida a los conciudadanos que emigraron.

Por lo tanto, es algo que tenemos que detener ¡ya! ¿Para qué?

Pues para que utilicemos nuestra energía mental en señalar caminos hacia la reconstrucción del país y en hacer algo concreto para llevarla a cabo.

Estoy tan seguro del poder que tiene esta actitud que me atrevo a realizar la siguiente afirmación:

“Si un número significativo de venezolanos mantiene su mente enfocada en lo que quiere -y no en lo que no quiere- desterrando de su vida la queja, la crítica y el pesimismo, se liberaría una energía tan poderosa, que sería capaz de producir el gran cambio deseado; comenzaría la transformación que anhela la mayoría de los venezolanos y extranjeros que amamos a este país”.

Y para ser más preciso, basado en ciertos estudios que hablan sobre la “masa crítica” necesaria para producir un cambio colectivo, diría que:

“El número de personas requeridas para producir este cambio es de tan solo 6.000 personas”.

¿Querría usted ser una de ellas?

Para incluirse en esta cifra no necesita afiliarse a ninguna organización, sino enfocar su mente y trabajar en lo que quiere. Dejando de gastar sus energías y de contaminar el ambiente hablando de lo que no quiere. Y esforzándose además porque, tanto usted, como sus seres queridos y las personas de su entorno, se enrolen en esta misma iniciativa.

¡Es momento de despertar!

El cambio en nuestras vidas solo será posible si modificamos nuestra actitud de forma positiva; si educamos nuestra mente para que cese de divagar y dar vueltas en círculos viciosos; si tomamos consciencia de nuestro poder creador y si entendemos que toda protesta debe ir acompañada de propuestas.

En muchos países se ha prohibido fumar en las áreas públicas. Anhelo el día en que también se prohíba ser negativo en las áreas públicas y que el cartel diga además: “Hablar negativamente puede matar los sueños”.

Instaurar una manera de proceder positiva y proactiva no depende de ningún político, ni de ningún líder, ni de ninguna deidad que venga a salvarnos, sino de cada uno de quienes elijamos cuidar nuestras reservas mentales y mantener en alto nuestro nivel de entusiasmo.

¡Detengamos ya esta gran fuga de talento, de energía, en el país!

En Maracaibo, un cálido día de Mayo del 2016, durante un corte de electricidad; en los albores de la nueva y gran Venezuela.

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© 2024 Vladimir Gómez Carpio
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