Skip links

Transformación y aceptación

“Reflexiones al llegar a nuestro escrito no. 100”

Cuando decidí abrir este Blog sobre transformación personal y organizativa, hace 99 artículos, di inicio a un proceso de ordenar y plasmar una serie de pensamientos e ideas, relativas a ese hito en la vida de todo ser humano y de toda organización, que constituye el cambio.

El diccionario define “cambiar” como dejar una cosa o situación para tomar otra. Convertir o mudar algo en otra cosa. Y “transformar” como: hacer que algo o alguien cambie de forma o aspecto; que sea distinto, pero sin alterar totalmente sus características esenciales.

Aceptar los cambios como parte integral de nuestras vidas, es reconocer que éstas transcurren en medio de una incesante sucesión de transformaciones a nivel interno -en el mundo de los sistemas, órganos, tejidos, células y átomos, que constituyen nuestro organismo- y a nivel externo -en el conjunto de personas, situaciones y entorno que conforma nuestro mundo exterior.

Desde el punto de vista psicológico, los seres humanos respondemos de forma diferente en función de que los cambios de origen externo hayan sido producidos por el hombre (antropogénicos), o por la naturaleza; o que nos hayan sido impuestos o hayan sido autogenerados.

Cuando un cambio nos es impuesto y procede del entorno humano (político, social, económico o tecnológico), inicialmente tendemos a resistirnos a él, si afecta nuestros intereses. Bien porque no fuimos consultados respecto al mismo, o bien porque no tuvimos suficiente tiempo para reflexionar y adaptarnos a sus efectos, a sus consecuencias. De forma que la llamada resistencia al cambio con frecuencia no es sino resistencia a no haber sido tomados suficientemente en cuenta.

Cuando el agente del cambio es la madre naturaleza y no el hombre, como en el caso de un sismo, un tornado, un tsunami o algún otro fenómeno capaz de causar desastres naturales, los seres humanos nos lanzamos a la búsqueda de un motivo o razón que nos explique el porqué. ¿Por qué a mí o a nosotros? ¿Qué hemos hecho para merecer esto?

Dicha conducta pudiera estar dirigida inconscientemente a apaciguar al causante oculto de estos fenómenos, a aplacar su ira y ganarnos su condescendencia, para que no nos vuelva a castigar. Comportamiento éste que hemos venido repitiendo desde los albores de la humanidad.

Tanto los cambios antropogénicos como los naturales, nos llevan a definir una posición, ya sea la de luchar para vencerlos, adaptarnos a sus efectos, o pretender ignorarlos. Con relación a esta última, la actitud de ignorarlos, no es habitual que permanezcamos mucho tiempo en ella, pues los cambios terminan haciéndonos reaccionar y nos llevan a decantarnos por alguna de las otras dos opciones: O luchamos, o nos adaptamos.

Volviendo a la definición de “transformar”, subrayo una característica que a mi entender encierra un elemento clave de todo cambio: “sin alterar totalmente sus características esenciales”. Es decir, que en cierta forma cambiamos para seguir siendo los mismos.

“Las cosas son como son y si no son, pierden su esencia y se desvanecen” -esta afirmación repetida incesantemente por una profesora universitaria a sus alumnos, parafraseando a quién sabe qué filósofo- confirma un elemento fundamental en toda transformación, y es que hay una parte, la esencial, que permanece inmutable.

Si hay algo que podemos hacer ante cualquier tipo de cambio al que nos enfrentemos, tanto para reducir el nivel de estrés asociado como para gestionarlo debidamente, es partir de una actitud de aceptación, viéndolo como nuestra nueva realidad.

Después de haber asumido esta posición, podremos enfocarnos en la opción de respuesta que más nos convenga y que, en última instancia, no será sino intentar modificarlo, o modificarnos, cambiar nosotros mismos; adaptándonos, renunciando a lo innecesario y facilitando la incorporación de elementos nuevos que permitan actualizarnos, preservando lo esencial.

Con relación a la actitud de aceptación, los primeros versos del poema zen Hsin-Hsin-Ming, o poema de la Confianza en la Mente Pura, atribuido a Seng-Ts’an, tercer patriarca de la dinastía Chan (618 – 907), plantean de forma hermosa y elevada la posición de aceptación ante las dualidades que se nos presentan en la Vía; en el camino de nuestra vida:

“La Gran Vía no es difícil, pero hay que evitar tener preferencias.
La Vía es clara cuando amor y odio no están presentes.
Si haces una mínima distinción, cielo y tierra se separan hasta el infinito.
Estar a favor o en contra es la enfermedad del espíritu.
Si no entiendes el significado profundo de las cosas,
no podrás apaciguar tu espíritu.
La Vía, infinita como el espacio, es perfecta
y nada falta o sobra en ella.
Al desear o rechazar las cosas
no las vemos como son.
No busques el mundo de los fenómenos,
No te apegues a la vacuidad.
Permanece tranquilo y sin esfuerzo en el Uno
y esas ideas desaparecerán por sí solas”.

De manera que comenzamos esta segunda etapa de nuestro Blog con renovado entusiasmo y con el firme compromiso de “crear un espacio de reflexión y de transformación que permita a los individuos y a las organizaciones aceptar y actuar oportunamente ante los cambios generados externamente, en su entorno, e inducir de manera consciente y planificada los cambios originados por el propio individuo o por su organización.”

Todo ello actuando siempre dentro de una actitud de aceptación, de conformidad con la realidad -que no de conformismo- ante la invitación que nos hace constantemente la vida a cambiar… para seguir siendo los mismos.

Para descargar este artículo en PDF haga clic en el siguiente enlace Artículo 100 Blog.

© 2024 Vladimir Gómez Carpio
Consultor en Desarrollo Organizativo
www.soyvladimirgomezc.com
vladigom@hotmail.com

Abrir chat
Hola 👋
¿En qué puedo ayudarte?