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El plan perfecto

¿Y si el tiempo fuera solo una ilusión?

La planificación estratégica existe como una manera de responder anticipadamente a lo que imaginamos será el futuro, lo cual lleva implícitos dos conceptos que han sido cuestionados por el conocimiento científico y espiritual moderno: uno, que existe el futuro y el otro, que podemos ejercer alguna influencia sobre él.

Y digo cuestionados porque tanto los postulados de la física cuántica como la visión de algunos filósofos-maestros contemporáneos, tales como Jiddu Krishnamurti y Eckhart Tolle, nos hablan del futuro como algo relativo o irreal.

En nuestras mentes existen pensamientos sobre el futuro y sobre el pasado, pero ambos tipos de pensamientos se dan es en el presente. Es decir, la idea de un tiempo distinto a aquel en el cual vivimos -el presente- es sólo eso, una idea, una ilusión y aunque existan “evidencias” de la existencia de un tiempo pretérito, tales como piedras, objetos, reliquias, éstas no son sino materia que se encuentra igualmente en el presente. De forma que el tiempo pudiera ser una apreciación de nuestros sentidos y de nuestra mente.

Cada vez que decidimos imprimirle un propósito a nuestras acciones con el fin de “modelar el futuro”, apelamos a dos poderosas facultades, a las que me he referido en algún artículo anterior: la imaginación y la voluntad. La imaginación despierta nuestra energía creativa “saboreando por anticipado” el resultado apetecido y ayudando a dar forma a los planes de acción. Mientras que la voluntad impulsa nuestras actividades de manera enfocada y disciplinada, a fin de hacer realidad lo deseado.

¿Cómo podemos explicar esos casos en los que, a pesar de haber realizado un ejercicio potente de imaginación y de planificación, y de habernos empeñado de manera persistente en lograr la meta anhelada, las cosas no suceden como esperamos?

¿Qué falló? ¿No se suponía que el binomio imaginación-voluntad debería bastarnos para resolver nuestros desafíos personales y permitirnos alcanzar nuestros objetivos?

En estos casos una respuesta que podemos figurar es “que no estaba en los planes”.

¿Pero a qué tipo de planes nos referimos?

Pues a los planes perfectos.

Un plan perfecto es un plan retrospectivo, por cuanto se ha ejecutado plenamente y solo es posible trazarlo cuando ya se ha realizado, lo cual asume la inexistencia del tiempo. O sea, que el plan retrospectivo, el plan perfecto, es la aceptación de lo sucedido como la mejor de nuestras opciones.

Llamar plan a la realidad pareciera un sin sentido, un exabrupto, pero si los conceptos de la relatividad del tiempo, que han deducido los físicos teóricos, son valederos, valdría la pena preguntarnos:

¿No será que la realidad fue en algún momento un plan perfecto gestado en otro plano por nosotros mismos y que algo bueno y eficiente operó para que se haya ejecutado a cabalidad?

De algo similar viene hablando desde hace tiempo el físico francés Jean Pierre Garnier Melet, al referirse al desdoblamiento del tiempo.

Estas aparentes elucubraciones pudieran insinuar un par de conclusiones interesantes:

  • La primera, es que más que intentar reducir la incertidumbre en nuestros procesos de planificación, tal vez deberíamos concentrarnos en hacer lo correcto, lo que es bueno; aquello que sea coherente con nuestros valores, pues de ello derivarían planes perfectos.
  • La segunda, que cada vez que hacemos lo mejor que podemos, con los recursos con que contamos -incluida nuestra imaginación y nuestra voluntad- y sin perder nuestra paz interior, debemos confiar en que siempre, lo que sucederá es lo que más nos convenga.

Abramos nuestra consciencia al hecho de que contamos únicamente con un presente continuo, y que la realidad que experimentamos es sólo un conjunto de circunstancias sobre las cuales podemos incidir de una manera positiva si actuamos con coherencia y si recibimos el resultado logrado con aceptación. Coherencia es alinear nuestras acciones con nuestro pensar y nuestro sentir, y aceptar es ser conformes con el resultado alcanzado, cualquiera que este sea.

Para descargar este artículo en PDF haga clic en el siguiente enlace Art. 79 Blog.

© 2024 Vladimir Gómez Carpio
Consultor en Desarrollo Organizativo
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