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¿Creativo o ejecutivo; visionario o misionero?

“Reconociendo y armonizando nuestras diferencias”

Las neurociencias deben andar tras ello, si es que ya no lo han descubierto, pero la simple observación nos permite inferir que nuestro cerebro pareciera adoptar una configuración distinta cuando se encuentra en “modo creativo”, a cuando está en “modo ejecutivo”.

Cuando actuamos en modo creativo entramos en un proceso que se caracteriza por la dispersión, por colectar ideas diferentes y por cultivar posibilidades y alternativas. Durante esta fase abundan las asociaciones con informaciones y conocimientos que pueden provenir de diversos campos, de diversas disciplinas y que tiene por finalidad nutrir nuestro pensamiento y ayudarnos a dar con la solución anhelada.

En el modo creativo impera la imaginación y el tiempo como que se expandiera. En esos momentos lo importante, lo relevante, es ver si encontramos una idea factible, viable.

En el modo ejecutivo, por lo contrario, funcionamos de manera enfocada, concentrados en la tarea y el objetivo perseguido. Ponemos de lado otros temas y buscamos ser productivos. Sabemos que lo que emprendemos es posible, que es cuestión de dedicarle el esfuerzo requerido y de sortear los eventuales obstáculos.

En el modo ejecutivo reina la voluntad, la disciplina y el tiempo apremia.

Cuando uno de esto modos se torna predominante en un individuo, tendemos a etiquetarlo diciendo: “fulano es creativo”, o “zutano es ejecutivo”, dando origen así a un estereotipo o simplificación de la realidad, ya que toda persona, por más creativa que sea, siempre tendrá períodos de ejecución y todo ejecutivo tendrá períodos de creatividad.

Las llamadas personas creativas tienden a distraerse con bastante facilidad, pues todo parece llamarles la atención. Al mismo tiempo se muestran divertidas, ocurrentes, con sentido del humor – la creatividad y el humor parecen ser primos- y poseen una inteligencia vivaz, que les lleva a articular soluciones, a inventar.

Paralelamente, los creativos tienden a menospreciar el valor del tiempo, puesto que lo que buscan es dar con soluciones que se ajusten a los requerimientos de los problemas planteados, antes que ceñirse a un cronograma dado. De forma que privilegian la calidad de la solución a expensas del tiempo requerido para dar con ella y, muchas veces, de los costes del acto creativo.

Es por esto, por lo que los creativos suelen incumplir los plazos de entrega de sus trabajos, y/o los presupuestos asignados, pues, repetimos, en ese modo pareciera que para el cerebro lo que cuenta es “parir una buena idea”; sin importar el tiempo que le tome.

No obstante, también es cierto que hay creativos que funcionan mejor bajo presión. Allí debe operar otro mecanismo del cerebro relacionado con la supervivencia, al que me gusta llamar el mecanismo de “no alternativa”.

Es usual que cuando a un creativo se le plantea una situación, responda diciendo: “eso es fácil de resolver …”, frase que deberíamos tomar con cautela e interpretar más bien como: “eso es factible de resolver”. Ya que más tarde, al momento de la implantación, seguramente surgirán dificultades, debido a los esfuerzos que conlleva ejecutar la solución propuesta, dentro del tiempo requerido para su terminación.

Desde cierto punto de vista podríamos decir que la creatividad es un atributo femenino o Yin.

Por su parte, las personas “ejecutivas” son en cierta forma agresivas, se miden por los resultados y una vez que se entregan a la acción permanecen enfocadas en ella hasta culminar, perseverando en lo que hacen de forma enérgica, vital y concentrada. Asistidas por un mecanismo interno que puede llevarles, incluso, a irritarse y ponerse de mal humor, si se les intenta distraer de su cometido; si se les impide realizar la tarea que tienen por delante.

Cuando el ejecutivo está en sus labores puede comportarse de forma fría, mecánica y hasta insensible, pues para él la ejecución no es un tiempo de estar abierto, ni receptivo, sino de actuar, de poner “manos a la obra” y concretar.

En el modo ejecutivo somos como misioneros con una labor por realizar, con una encomienda que entregar, contra viento y marea.

Podríamos decir que la ejecución es una característica más bien masculina o Yang.

Mientras que para la personalidad creativa lo que cuenta es la eficacia, para la ejecutiva lo que importa es la eficiencia.

La persona creativa es curiosa, distraída, dispersa. Le interesan muchas cosas y es capaz de poner su atención en varias de ellas a la vez, para luego resumir, integrar y producir puntos de vistas sintéticos.

No es casual que individuos con una forma de ser predominantemente creativa, por vivir en el mundo de las ideas, menosprecien los aspectos materiales de sus vidas y puedan verse inmersos en dificultades económicas y en altibajos en la provisión de los suministros que requieren para satisfacer sus necesidades básicas. De allí el papel de los mecenas en la historia de la humanidad, esos “ejecutivos” se vienen haciendo cargo de sus “creativos” protegidos, para que puedan dedicarse a crear libremente.

Uno se pregunta también, en qué medida el denominado Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDH o TDAH), con el que se encasilla a algunos niños por su falta de atención, hiperactividad e impulsividad, no sea sino un síntoma de la incompetencia de nuestra sociedad para dar cabida dentro de las estructuras educativas, a maneras de ser creativas que escapan al comportamiento estándar. Despreciando de esta forma una habilidad altamente requerida en nuestras sociedades de complejidad creciente, como lo es la creatividad y la dispersión asociada al modo creativo.

Con relación al estereotipo ejecutivo, por su carácter enfocado al afrontar la tarea, es por lo que los soldados -por ejemplo- necesitan de reglas, guías o normas que limiten su comportamiento tan decidido, para que éste no se deshumanice aún más. Y es también por lo que el espíritu emprendedor, tan resolutivo, necesita igualmente que la sociedad y el Estado fije límites a su accionar, para no dañar a otros o al ambiente, ya que el empresario, vive usualmente en modo ejecutivo, con lo que tiende a llevarse cosas por delante, con tal de conseguir sus metas.

Continuando con esta idea de los estereotipos creativo-ejecutivo, podríamos clasificarnos a todos dentro de dos categorías: la de visionarios y la de misioneros, dependiendo de la configuración cerebral que predomine en nuestro trabajo: la de visualizar soluciones o la de acometer acciones.

Lo deseable, no obstante, pareciera ser un balance de ambas competencias en todo individuo, o que se active un modo u otro en función del puesto que se se desempeña en una organización y del momento por el que esté atravesando dicha organización. Así, si alguien ocupa un puesto de planificación, investigación, diseño, arte o marketing, más le valdría activar preferentemente el modo visionario/creativo. Y si alguien ejerce un rol de mantenimiento, contabilidad, fabricación, cobranzas, administración de justicia, le convendría activar principalmente el modo ejecutivo/misionero.

Si una empresa opera en un entorno turbulento, incierto o muy competitivo, la innovación se volverá un imperativo para todo el grupo de trabajo y, con ello, la necesidad de que tanto directivos como empleados asuman el modo creativo/visionario. Si la organización más bien transita por aguas tranquilas, en entornos protegidos o en segmentos en proceso de expansión, es momento entonces de ponerse en el modo ejecutivo/misionero, a fin de sacar provecho a la oportunidad presente.


En resumen, no podemos decir que exista tal cosa como una forma de ser buena y otra mala, sino tan solo configuraciones que presumimos adopta nuestro cerebro, dependiendo de los retos que enfrenta. Estas configuraciones tienden a establecerse de forma duradera en determinados individuos, en función de que:

  • elijan en su vida roles que justifiquen la configuración predominante
  • las situaciones que confrontan demanden la adopción de dicha configuración, o
  • se den ambas circunstancias a la vez.

La preferencia o hasta adicción de un individuo por una determinada configuración cerebral no tiene por qué ser vista como un problema a resolver, ni deberíamos pretender que alguien se convierta en algo que en esencia no es. Más sensato sería entender ambas personalidades, la visionaria y la misionera, como roles que los individuos juegan dentro de la sociedad, y procurar que cada quien ocupe el lugar que le corresponda; ese donde resulte útil tanto para sí mismo como para los demás.

Una enseñanza ancestral cuenta que un par de hombres, un ciego y un lisiado (sin las dos piernas), se encontraban pidiendo limosnas en una calle, cuando de pronto se desató un incendio en un establecimiento cercano La pregunta que hacía el cuento era: ¿Qué podrían hacer ambos para salvarse y no perecer quemados en el incendio, debido a sus limitaciones físicas?

La respuesta era que el ciego debía subir sobre sus hombros al lisiado y ponerse a correr prestando a éste sus piernas, mientras que el lisiado guiaba al ciego gracias a su visión intacta.

De la misma forma visionarios y misioneros necesitan trabajar juntos, colaborando, renunciando a juzgar las características del otro como una falla de estilo o de personalidad, reconociendo sus diferencias y armonizándolas, uniendo ambos talentos en un objetivo común: idear soluciones que se lleven a la práctica, dentro de plazos y costes preestablecidos.

Al fin y al cabo, si el ciego y el lisiado no llegan a ponerse de acuerdo, podrían haber perecido ambos durante el incendio, o al menos salido con algunas quemaduras.

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© 2024 Vladimir Gómez Carpio
Consultor en Desarrollo Organizativo
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