¿Adivinación o Planificación Estratégica? ( Parte I )
Modelando el futuro
Desde tiempos inmemoriales el hombre ha procurado anticipar el futuro para evitarse infortunios y librarse de sorpresas desagradables, así como para sacar provecho de las circunstancias favorables. Este deseo ha signado el desarrollo de nuestra mente y de nuestro cerebro y continúa haciéndolo hasta nuestros días.
Gracias al espíritu indomable de curiosos y de hombres de ciencia, hemos podido desentrañar muchos fenómenos y comprender en gran medida el funcionamiento del ser humano, de la naturaleza y del universo, lo cual nos permite pronosticar sucesos y predecir comportamientos.
No por ello chamanes, adivinos y profetas han dejado de ganarse la vida, basados en la creencia de que “todo está escrito” y de que somos marionetas del destino ejecutando papeles preestablecidos, con una cierta libertad para introducir variaciones en la realización de nuestros personajes.
A esta última corriente de pensamiento se le opone la que nos considera hacedores de nuestro propio destino, la que nos ve como seres libérrimos capaces de modelar nuestra realidad y dar forma a la vida que anhelamos; lo cual es más verdad para unos que para otros. Quiere decir que es más probable que consiga diseñar su vida y fraguarse un destino “a la medida” quien posea la visión, los talentos, los medios, los contactos y la disciplina necesaria, que alguien que carezca de ellos.
Ambas posiciones, la que apuesta al libre albedrío y la que apuesta al determinismo, en apariencia contradictorias, contienen cierta dosis de verdad, ya que es un hecho constatado la inevitabilidad de ciertos sucesos de nuestra vida, debido, entre otras causas, a la rectoría que ejerce sobre nosotros la biología y las programaciones ocultas en nuestro inconsciente. Mientras que, obviamente, existe también el proceder de forma deliberada, que se sustenta en las relaciones causales que hemos conseguido descubrir en los fenómenos.
Rolf Dobelli, destacado autor suizo y hombre de negocios que escribe sobre psicología cognitiva, dice en su libro “El arte de la acción inteligente” (Die Kunst des klugen Handelns), que existe una serie de errores cognitivos en los que incurrimos los seres humanos al tomar nuestras decisiones, que son consecuencia de la configuración de base de nuestro cerebro, producto de la forma en la que nuestro órgano rector sigue determinados patrones al abordar las situaciones, los cuales le confieren “eficiencia operativa” a expensas de la precisión. Comportamiento este que se fundamenta en razones evolutivas, adaptativas.
No es de extrañar por lo tanto -señala Dobelli- que muchos de los encadenamientos de acciones que ponemos en marcha cada día, contengan en sí sesgos o fallos inconscientes, repetitivos y carentes de racionalidad que pueden llevarnos a desenlaces imprevistos. Modos de pensar preferentes y clisés erráticos enraizados, por ejemplo en la cultura corporativa, se instalan en nuestra manera de pensar e incrementan la incertidumbre al momento de querer “predecir” el futuro.
A nivel de las empresas y organizaciones, la anticipación del futuro -que no la adivinación- se ha venido llevando a cabo a través del método conocido como planificación estratégica.
La planificación estratégica estudia los cambios y las tendencias presentes en su entorno y pondera las capacidades y los recursos de una organización respecto a organizaciones similares, para figurarse el futuro y trazarse unos objetivos -así como los planes para alcanzarlos- que le darían una ventaja comparativa dentro de su sector.
Si existe la planificación estratégica es justamente porque nos sabemos cómo va a ser el futuro, por lo que vendría a ser una suerte de paliativo ante la incertidumbre. Nos aferramos a ella para lidiar con un porvenir incierto, desconocido; apenas supuesto.
Y si bien la planificación estratégica es un medio válido para vérselas con el futuro, su efectividad ha venido siendo cuestionada en el mundo empresarial por cuanto la mayoría de los planes estratégicos nunca llegan a ejecutarse, y si se implementan, muchas veces no alcanzan los objetivos para los cuales fueron concebidos.
Algunos autores estiman la efectividad de los planes estratégicos en menos del 20% y otros en menos del 10; dependiendo del país y el sector de que se trate.
A través de mi experiencia profesional he podido identificar una serie de motivos para explicar este fenómeno. Uno de ellos expresado gráficamente por Dwight D. Eisenhower, el militar, estadista y presidente de los Estados Unidos, quien afirmó:
«La agricultura se ve fácil cuando el arado es un lápiz y se está a mil millas del campo de maíz».
Es decir, que existe el riesgo de convertir la planificación estratégica en un ejercicio teórico, sin un anclaje en la realidad.
Continua…
© 2024 Vladimir Gómez Carpio
www.vladimirgomezc.com
¿Adivinación o Planificación Estratégica? ( Parte I )
Modelando el futuro
Desde tiempos inmemoriales el hombre ha procurado anticipar el futuro para evitarse infortunios y librarse de sorpresas desagradables, así como para sacar provecho de las circunstancias favorables. Este deseo ha signado el desarrollo de nuestra mente y de nuestro cerebro y continúa haciéndolo hasta nuestros días.
Gracias al espíritu indomable de curiosos y de hombres de ciencia, hemos podido desentrañar muchos fenómenos y comprender en gran medida el funcionamiento del ser humano, de la naturaleza y del universo, lo cual nos permite pronosticar sucesos y predecir comportamientos.
No por ello chamanes, adivinos y profetas han dejado de ganarse la vida, basados en la creencia de que “todo está escrito” y de que somos marionetas del destino ejecutando papeles preestablecidos, con una cierta libertad para introducir variaciones en la realización de nuestros personajes.
A esta última corriente de pensamiento se le opone la que nos considera hacedores de nuestro propio destino, la que nos ve como seres libérrimos capaces de modelar nuestra realidad y dar forma a la vida que anhelamos; lo cual es más verdad para unos que para otros. Quiere decir que es más probable que consiga diseñar su vida y fraguarse un destino “a la medida” quien posea la visión, los talentos, los medios, los contactos y la disciplina necesaria, que alguien que carezca de ellos.
Ambas posiciones, la que apuesta al libre albedrío y la que apuesta al determinismo, en apariencia contradictorias, contienen cierta dosis de verdad, ya que es un hecho constatado la inevitabilidad de ciertos sucesos de nuestra vida, debido, entre otras causas, a la rectoría que ejerce sobre nosotros la biología y las programaciones ocultas en nuestro inconsciente. Mientras que, obviamente, existe también el proceder de forma deliberada, que se sustenta en las relaciones causales que hemos conseguido descubrir en los fenómenos.
Rolf Dobelli, destacado autor suizo y hombre de negocios que escribe sobre psicología cognitiva, dice en su libro “El arte de la acción inteligente” (Die Kunst des klugen Handelns), que existe una serie de errores cognitivos en los que incurrimos los seres humanos al tomar nuestras decisiones, que son consecuencia de la configuración de base de nuestro cerebro, producto de la forma en la que nuestro órgano rector sigue determinados patrones al abordar las situaciones, los cuales le confieren “eficiencia operativa” a expensas de la precisión. Comportamiento este que se fundamenta en razones evolutivas, adaptativas.
No es de extrañar por lo tanto -señala Dobelli- que muchos de los encadenamientos de acciones que ponemos en marcha cada día, contengan en sí sesgos o fallos inconscientes, repetitivos y carentes de racionalidad que pueden llevarnos a desenlaces imprevistos. Modos de pensar preferentes y clisés erráticos enraizados, por ejemplo en la cultura corporativa, se instalan en nuestra manera de pensar e incrementan la incertidumbre al momento de querer “predecir” el futuro.
A nivel de las empresas y organizaciones, la anticipación del futuro -que no la adivinación- se ha venido llevando a cabo a través del método conocido como planificación estratégica.
La planificación estratégica estudia los cambios y las tendencias presentes en su entorno y pondera las capacidades y los recursos de una organización respecto a organizaciones similares, para figurarse el futuro y trazarse unos objetivos -así como los planes para alcanzarlos- que le darían una ventaja comparativa dentro de su sector.
Si existe la planificación estratégica es justamente porque nos sabemos cómo va a ser el futuro, por lo que vendría a ser una suerte de paliativo ante la incertidumbre. Nos aferramos a ella para lidiar con un porvenir incierto, desconocido; apenas supuesto.
Y si bien la planificación estratégica es un medio válido para vérselas con el futuro, su efectividad ha venido siendo cuestionada en el mundo empresarial por cuanto la mayoría de los planes estratégicos nunca llegan a ejecutarse, y si se implementan, muchas veces no alcanzan los objetivos para los cuales fueron concebidos.
Algunos autores estiman la efectividad de los planes estratégicos en menos del 20% y otros en menos del 10; dependiendo del país y el sector de que se trate.
A través de mi experiencia profesional he podido identificar una serie de motivos para explicar este fenómeno. Uno de ellos expresado gráficamente por Dwight D. Eisenhower, el militar, estadista y presidente de los Estados Unidos, quien afirmó:
«La agricultura se ve fácil cuando el arado es un lápiz y se está a mil millas del campo de maíz».
Es decir, que existe el riesgo de convertir la planificación estratégica en un ejercicio teórico, sin un anclaje en la realidad.
Continua…
© 2024 Vladimir Gómez Carpio
www.vladimirgomezc.com