Observación, juicio y opinión
Acallar la mente, dar voz a la intuición
Observar es ese “acto de percibir o notar algo a través de los sentidos o mediante la atención consciente”. Un proceso que implica la adquisición activa de información sobre un fenómeno o situación, sin emitir juicios o realizar interpretaciones subjetivas.
La observación se basa por lo tanto en hechos concretos y verificables.
Al igual que los animales, los seres humanos detectamos y asimilamos los rasgos de un determinado elemento o situación, utilizando nuestros sentidos como mecanismos principales, además de diferentes herramientas, técnicas e instrumentos de medición.
Sin embargo, los sentidos humanos no registran imparcialmente todo lo que observamos, sino que la percepción se produce mediante un proceso complejo e inconsciente de abstracción, en el que ciertos detalles de los datos sensoriales se advierten y recuerdan, y el resto se olvida. La decisión de guardar o desechar un dato responde a un modelo interno o manera de representarnos el mundo, que vamos construyendo a lo largo de nuestras vidas.
Como señaló Jiddu Krishnamurti: “La observación no implica la elaboración de conclusiones y la creación de puntos de vista personales”.
El juicio, por su parte, es el resultado de evaluar o valorar la información obtenida a través de la observación o por otros medios y supone la aplicación de criterios o estándares para llegar a conclusiones sobre algo.
La palabra juicio viene del latín judicium -veredicto-, derivada de ius -derecho, ley- y dicare -indicar-. De allí que los juicios se consideren objetivos si están basados en evidencias y en un razonamiento lógico, o subjetivos, si están influenciados por creencias, valores o prejuicios personales.
En cuanto a la opinión, esta es una declaración subjetiva sobre algo, basada en las creencias, percepciones o puntos de vista personales de un individuo. A diferencia de la observación y el juicio, las opiniones no necesariamente están respaldadas por evidencia objetiva o razonamiento lógico. Ellas son expresiones subjetivas de la preferencia, gusto o punto de vista personal.
En resumen, la observación se refiere a la percepción objetiva de los hechos, el juicio a evaluar y llegar a una conclusión respecto a esos hechos, y la opinión es una expresión subjetiva de la perspectiva personal.
Reflexionar sobre lo anterior podría llevarnos a adoptar una actitud diferente ante las situaciones de nuestra vida, en la que nos enfocáramos más en observar y decidiéramos introducir una pausa antes de formular juicios y opinar de forma precipitada, para permitir que se revele nuestra intuición, la voz de nuestro corazón, e infunda una nueva dimensión a la comprensión de los hechos.
Tal práctica podría dar lugar a una nueva manera de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza que, por un lado, nos ayude en nuestro autoconocimiento y, por otro, siente las bases para un diálogo social en el que partamos más de los hechos y demos menos peso a nuestras creencias o preferencias, al mismo tiempo que damos cabida a la voz de nuestros corazones.
© 2024 Vladimir Gómez Carpio
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