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La luz que no vemos

Cómo los problemas nos re-conectan a la vida

Gracias a la luz podemos ver las cosas. La luz está allí todo el tiempo, manifestando los objetos ante nuestros ojos; haciendo resaltar personas, animales, plantas y cosas, que de otra forma permanecerían ocultas para el más potente de nuestros sentidos, la vista.

La Naturaleza había contemplado que varias horas al día estuviésemos desprovistos de luz, quizás para que miráramos un rato hacia adentro, pues la ausencia de luz invita a nuestros cuerpos al descanso, al cese de nuestros empeños.

No obstante, la otra naturaleza, la humana, inventó la bombilla eléctrica alterando así para siempre nuestros ciclos biológicos y con ello el tiempo dedicado a la actividad y al descanso. La energía eléctrica no solo ha prolongado el día, sino que también ha permitido el trabajo en lugares cerrados, lo cual de otra manera resultaría imposible debido a la oscuridad que reinaba en ellos.

Pero al poder el hombre manipular la luz le perdió un poco el respeto, percatándose cada vez menos de su existencia, pues ésta se volvió omnipresente, al encontrarse en todas partes. Excepto cuando ocurre un apagón y nos encontramos de noche, o bien de día, pero en un espacio cerrado. En esos momentos volvemos a entrar en contacto con uno de nuestros temores más primarios: el de estar a oscuras.

Una situación semejante es las que nos ocurre ante los problemas, esas situaciones de nuestra vida en las que nos vemos implicados emocionalmente.

Los problemas tienen la capacidad de privarnos momentáneamente de la luz, de la claridad y del entendimiento necesarios para saber cómo proceder, qué camino tomar.

Y ello es así porque los problemas nos hacen detenemos a reflexionar. Ante ellos lo lógico es que hagamos un alto -para no tropezar- y que tomemos en consideración alternativas que de otra manera no hubiésemos contemplado.

Digamos entonces que todo problema es una pausa, un instante de suspenso que nos permite, luego de evaluar distintas opciones, enfocar nuestros esfuerzos en aquella dirección que nos parezca más conveniente, más lógica. Y más que tomar decisiones acertadas, tendríamos que asegurarnos de realizar acciones correctas.

Es decir, ante las disyuntivas que nos presenta la vida tenemos al menos un par de formas de responder:

  • Buscando la certeza, lo cual es un trabajo para nuestra mente, para nuestro intelecto
  • Haciendo lo correcto, aquello que nos haga sentirnos bien con nosotros mismos, lo cual es un trabajo para nuestro corazón

Los problemas no solo nos hacen detenernos como mencionamos antes, sino que en ocasiones llegan a paralizarnos. En esos instantes de oscuridad lo que hay que hacer es estar atentos a cualquier pequeño rayo de luz que se cuele entre las penumbras de nuestro desconcierto, para descubrir allí un camino, una salida.

También es la oportunidad para re-conectarnos con la vida y con esa luz que ilumina nuestro entendimiento, la luz de nuestra conciencia. Esa presencia silente que constituye lo que realmente somos.

© 2024 Vladimir Gómez Carpio
Consultor en Desarrollo Organizativo
www.soyvladimirgomezc.com
vladigom@hotmail.com

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