Dar forma a una nueva realidad
Del hartazgo a la acción
Si hay algo fabuloso respecto al momento en que vivimos, es que puede llegar a producir en nosotros un sentimiento de hartazgo. De decir ¡basta! a una vida mediocre, signada por limitaciones de variado tipo, que nos han llevado a pensar solo dentro de “nuestras posibilidades”, matando o haciéndonos posponer muchos sueños.
Hemos construido nuestra vida dentro de las restricciones que nuestra mente ha aceptado: los condicionamientos de familia, de escuela, de género, de raza, de nacionalidad, de oficio o profesión, sociales, religiosos, políticos…
Creyentes obedientes, así nos ha necesitado el sistema. Y por sistema me refiero al conjunto de mecanismos y regulaciones establecidas por la “mente colectiva”, que se alimenta y funciona con nuestra energía de baja frecuencia vibratoria, y que se hace más fuerte siempre que sigamos convencidos de que “eso es lo que hay”.
Pero la visión de seres despiertos en nuestro mundo actual y el mensaje de otros que les antecedieron, está dando lugar a una nueva forma de “pensar”. Aunque mejor debería decir de “sentipensar”, de un pensamiento anclado en el corazón y no en la mente, en la memoria o en el miedo al futuro.
Algunos cambios asombrosos, producto de la ciencia y la tecnología, nos muestran el extraordinario poder de la mente humana. Pero esos resultados aislados no pueden hacernos sentir satisfechos, ni triunfantes, cuando vemos que su utilización sigue estando en manos de dirigentes inconscientes y grupos de poder.
Cuando nos percatamos de que los avances tecnológicos no han servido, hasta ahora, para resolver el sufrimiento de cientos de millones de seres humanos que aun viven en condiciones precarias, y que, por lo contrario, muchas veces han sido empleados para agravar aún más su sufrimiento, nos damos cuenta de que algo muy grande está mal.
Por otro lado está el planeta y su vestimenta, la naturaleza, los cuales tienen mucho que decir respecto al momento actual, ya que, bien sea debido a la actividad humana, a los ciclos de ajuste y renovación de la Tierra, o a ambos simultáneamente, la amenaza de ser barridos de la superficie terrestre está muy presente.
Puede que algún día descubramos que nuestras almas no están separadas del alma de la Tierra y que sanando unas se sana también la otra, y viceversa.
El contexto creado por lo que hemos venido haciendo como especie, junto al momento de cambio que vive el planeta, nos están extendiendo una invitación a modificar nuestra forma de vida.
Es probable que a más de uno inmediatamente le surja la pregunta: ¿Pero cómo cambiar todo esto tan complejo¿ ¿Cómo podemos modificar el sistema?
La respuesta que encuentro no puede ser más estimulante: Cambiando el centro desde el cual hacemos las cosas, de la mente al corazón. Del frío intelecto al cálido sentir. Del ego al Ser.
La pregunta entonces tendría que ser: ¿Cómo cambio mi mundo interno? Y, si puedo, ¿cómo ayudo a cambiar una parte del sistema?
¡Entrando en contacto con lo que realmente somos! ¡Realizando nuestra pasión, aquello que nos hace vibrar! ¡Dedicándonos a ello con determinación, rescatando nuestras ilusiones y nuestros sueños! ¡Viviendo en el momento presente!
Cada uno de nosotros tiene un propósito, una razón de ser en la vida y debemos regresar a ella si no la estamos llevando a cabo, pues es allí donde se encuentran nuestras mayores probabilidades de ser felices y exitosos.
Necesitamos dar forma a nuestras vidas regresando a lo auténtico en nosotros, desenvolviéndonos dentro de ese campo de acción en el que el tiempo desaparece, pues cada momento es vivido a plenitud, al hacer “eso” que nos hace vibrar a una frecuencia elevada.
Y en cuanto al sistema, unámonos a gente que desde un nuevo nivel de consciencia tenga inquietudes similares a las nuestras, para cambiar juntos un trozo del sistema. Ese que nuestra visión nos permita comprender y en el que estemos dispuestos a comprometernos a transformarlo con pasión, proponiendo soluciones. Realicemos su diseño, llevemos a cabo un prototipo, demostremos que es posible hacerlo y sumemos adeptos a nuestra idea. O bien unámonos a iniciativas ya en curso con las que veamos que vibramos.
De cualquier forma, salgamos de la pasividad y demos forma a una nueva realidad. Pero, repito, hagámoslo desde nuestro nuevo nivel de consciencia; no desde la fría mente.
Algún día, cuando veamos hacia atrás ese período de la historia de la humanidad al que he denominado el “Coronaceno”, tal vez nos referiremos a este como a la época en la que dijimos “¡basta!”. En la que derribamos nuestros límites mentales y en la que comenzó a prosperar la vida en la Tierra, debido al despertar de la consciencia colectiva.
Da forma a tu realidad. Atrévete a hacer lo que viniste a hacer. La naturaleza va a estar de tu lado.
© 2024 Vladimir Gómez Carpio
www.vladimirgomezc.com
Dar forma a una nueva realidad
Del hartazgo a la acción
Si hay algo fabuloso respecto al momento en que vivimos, es que puede llegar a producir en nosotros un sentimiento de hartazgo. De decir ¡basta! a una vida mediocre, signada por limitaciones de variado tipo, que nos han llevado a pensar solo dentro de “nuestras posibilidades”, matando o haciéndonos posponer muchos sueños.
Hemos construido nuestra vida dentro de las restricciones que nuestra mente ha aceptado: los condicionamientos de familia, de escuela, de género, de raza, de nacionalidad, de oficio o profesión, sociales, religiosos, políticos…
Creyentes obedientes, así nos ha necesitado el sistema. Y por sistema me refiero al conjunto de mecanismos y regulaciones establecidas por la “mente colectiva”, que se alimenta y funciona con nuestra energía de baja frecuencia vibratoria, y que se hace más fuerte siempre que sigamos convencidos de que “eso es lo que hay”.
Pero la visión de seres despiertos en nuestro mundo actual y el mensaje de otros que les antecedieron, está dando lugar a una nueva forma de “pensar”. Aunque mejor debería decir de “sentipensar”, de un pensamiento anclado en el corazón y no en la mente, en la memoria o en el miedo al futuro.
Algunos cambios asombrosos, producto de la ciencia y la tecnología, nos muestran el extraordinario poder de la mente humana. Pero esos resultados aislados no pueden hacernos sentir satisfechos, ni triunfantes, cuando vemos que su utilización sigue estando en manos de dirigentes inconscientes y grupos de poder.
Cuando nos percatamos de que los avances tecnológicos no han servido, hasta ahora, para resolver el sufrimiento de cientos de millones de seres humanos que aun viven en condiciones precarias, y que, por lo contrario, muchas veces han sido empleados para agravar aún más su sufrimiento, nos damos cuenta de que algo muy grande está mal.
Por otro lado está el planeta y su vestimenta, la naturaleza, los cuales tienen mucho que decir respecto al momento actual, ya que, bien sea debido a la actividad humana, a los ciclos de ajuste y renovación de la Tierra, o a ambos simultáneamente, la amenaza de ser barridos de la superficie terrestre está muy presente.
Puede que algún día descubramos que nuestras almas no están separadas del alma de la Tierra y que sanando unas se sana también la otra, y viceversa.
El contexto creado por lo que hemos venido haciendo como especie, junto al momento de cambio que vive el planeta, nos están extendiendo una invitación a modificar nuestra forma de vida.
Es probable que a más de uno inmediatamente le surja la pregunta: ¿Pero cómo cambiar todo esto tan complejo¿ ¿Cómo podemos modificar el sistema?
La respuesta que encuentro no puede ser más estimulante: Cambiando el centro desde el cual hacemos las cosas, de la mente al corazón. Del frío intelecto al cálido sentir. Del ego al Ser.
La pregunta entonces tendría que ser: ¿Cómo cambio mi mundo interno? Y, si puedo, ¿cómo ayudo a cambiar una parte del sistema?
¡Entrando en contacto con lo que realmente somos! ¡Realizando nuestra pasión, aquello que nos hace vibrar! ¡Dedicándonos a ello con determinación, rescatando nuestras ilusiones y nuestros sueños! ¡Viviendo en el momento presente!
Cada uno de nosotros tiene un propósito, una razón de ser en la vida y debemos regresar a ella si no la estamos llevando a cabo, pues es allí donde se encuentran nuestras mayores probabilidades de ser felices y exitosos.
Necesitamos dar forma a nuestras vidas regresando a lo auténtico en nosotros, desenvolviéndonos dentro de ese campo de acción en el que el tiempo desaparece, pues cada momento es vivido a plenitud, al hacer “eso” que nos hace vibrar a una frecuencia elevada.
Y en cuanto al sistema, unámonos a gente que desde un nuevo nivel de consciencia tenga inquietudes similares a las nuestras, para cambiar juntos un trozo del sistema. Ese que nuestra visión nos permita comprender y en el que estemos dispuestos a comprometernos a transformarlo con pasión, proponiendo soluciones. Realicemos su diseño, llevemos a cabo un prototipo, demostremos que es posible hacerlo y sumemos adeptos a nuestra idea. O bien unámonos a iniciativas ya en curso con las que veamos que vibramos.
De cualquier forma, salgamos de la pasividad y demos forma a una nueva realidad. Pero, repito, hagámoslo desde nuestro nuevo nivel de consciencia; no desde la fría mente.
Algún día, cuando veamos hacia atrás ese período de la historia de la humanidad al que he denominado el “Coronaceno”, tal vez nos referiremos a este como a la época en la que dijimos “¡basta!”. En la que derribamos nuestros límites mentales y en la que comenzó a prosperar la vida en la Tierra, debido al despertar de la consciencia colectiva.
Da forma a tu realidad. Atrévete a hacer lo que viniste a hacer. La naturaleza va a estar de tu lado.
© 2024 Vladimir Gómez Carpio
www.vladimirgomezc.com