¿Con quién hablo?
Cuando entablamos comunicación con otra persona podemos hacerlo desde nuestra esencia, desde lo que realmente somos, o desde la personalidad, desde ese conjunto de singularidades y mecanismos de defensa que nos caracterizan.
Esto da lugar a cuatro clases o tipos de comunicaciones diferentes:
- Las tipo 1, en las que ambas partes nos comunicamos desde nuestra personalidad.
- Las tipo 2, en las que, mientras yo me comunico desde mi esencia, el otro lo hace desde su personalidad.
- Las tipo 3, en las que, mientras yo me comunico desde mi personalidad, el otro lo hace desde su esencia.
- Las tipo 4 en las que ambos nos comunicamos desde nuestras respectivas esencias.
En las comunicaciones tipo 1 predominan nuestros egos y suelen constituir auténticos diálogos de sordos. De esos en los que cada uno está queriendo soltar su rollo al otro y cuando calla no es para escuchar a su interlocutor, sino para preparar su siguiente arremetida. Estas son las comunicaciones más frecuentes en las que nos vemos inmersos cada día.
Algunas características de este tipo de comunicación son: la queja o el lamento, el juicio, la crítica, opinar y debatir indiscriminadamente, la justificación y la reiteración. Al igual que la constante interrupción al otro y el hablar en voz alta. Estas comunicaciones eventualmente pueden derivar en violencia verbal o física.
En las comunicaciones tipo 2, mientras yo hablo desde mi esencia y me muestro tal cual soy, desnudo de mi personalidad, con “el corazón en la mano”, el otro se mantiene “en sus trece”. Es decir, se centra en su posición y opera desde el ego, sometiendo a escrutinio y enjuiciando lo que digo, así sea en silencio. De esta forma toma distancia afectiva, escuchando solo con la mente.
En este segundo tipo, la sinceridad abre la posibilidad de que se produzca un diálogo profundo, de almas, pero el otro no lo percibe, desaprovechando así la oportunidad de que se dé. No obstante, suele ocurrir que lo compartido por quien habla desde su sentir más profundo, queda como gravitando entorno al otro hasta que, llegado un momento consigue calar en su interior, tocando su sensibilidad y despertando su comprensión.
En las comunicaciones tipo 3, mientras yo hablo desde mi personalidad, el otro sin embargo me escucha desde su esencia. Aquí se da la llamada escucha activa, profunda, carente de juicio y de todas las otras características de la comunicación egotica.
La escucha abierta y compasiva va más allá de las palabras y se enfoca en el sentido que el otro imprime a su discurso, prestando atención no solo a la denotación sino también a la connotación de sus palabras, así como a su lenguaje gestual.
Esta es la escucha del médico o del terapeuta consciente, quien sabe que con tan solo poner atención a lo que el paciente quiere compartir, se inicia el “vaciado de su cubo” y con ello la posibilidad de un proceso de sanación. Es también la escucha del padre, la madre, el amigo o el supervisor afectuoso, que otorga su tiempo a quien espera ser reconocido y comprendido.
Finalmente, en el cuarto tipo de comunicación, cada uno habla desde su esencia, abre su corazón al otro y con ello se expone a sí mismo, mostrándose vulnerable, pudiendo ser “herido”, pero dando cabida al intercambio fecundo, transformador, al reconocer en el otro su misma naturaleza. En ocasiones en este tipo de comunicación sobran las palabras, pues se habla con la mirada, con las manos, con el cuerpo…
Esta es la comunicación del poeta con quien le lee o escucha, la de la madre con su bebé, la de los enamorados, la de quienes contemplan juntos la Naturaleza o una obra de arte, la del sabio con su discípulo. Y todas esas otras comunicaciones en la que los intelectos se encuentran en pausa mientras damos paso a la voz de nuestros corazones.
Se trata de una comunicación trascendental, de esas que dejan huella y que quisiéramos que estuviesen presentes todos los días de nuestras vidas, pues nos hacen verdaderamente humanos y nos recuerdan quienes somos en realidad.
Algunas investigaciones modernas cifran en 39% el porcentaje de personas que en el mundo experimentan una u otra forma de soledad en sus vidas, añorando, precisamente, el cuarto tipo de comunicaciones al que hemos hecho referencia en este artículo; de esas que nos hacen sentir vivos, reconocidos y apreciados.
Abramos las puertas de nuestro corazón para que emerja la clase de intercambios que puede imprimirle un nuevo sentido a nuestra existencia y a la de los demás.
Decidámonos a propiciar el cuarto tipo de comunicaciones, conscientes de que no solo nos sentiremos complacidos y plenos, sino que con nuestro ejemplo estaremos haciendo de nuestro mundo un lugar más vivible.
Consultor en Desarrollo Organizativo
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