La energía para el cambio
Cómo inducir las transformaciones en nuestra vida
¿De dónde proviene la energía necesaria para acometer los grandes cambios de nuestra vida?
Antes de intentar responder a esta pregunta, quiero referir una imagen que se presentaba reiteradamente en mi mente, durante mi juventud.
Ocurría cuando reflexionaba sobre esas grandes preguntas que uno se formula en determinados momentos de la vida, como ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿qué hago aquí? y en lugar de responderlas con los consabidos clisés de las religiones y de la filosofía, intentaba darles una explicación original.
Era entonces cuando venía a mi mente la imagen en cuestión. La de un hombrecito andando sobre una cinta transportadora, como esas que hay en los aeropuertos. De un lado, la cinta daba a una vía larga y del otro a un precipicio. El hombrecito llevaba atado a su cintura un peso que colgaba del lado del precipicio. De manera que si no andaba en la dirección contraria al movimiento de la cinta y a suficiente velocidad, el peso lo arrastraba hacia el abismo. Así que debía mantenerse siempre andando a cierto ritmo.
Aunque algún psicólogo acucioso podría conseguirle una interpretación ingeniosa a mi ensoñación -relacionándola con alguna frustración de la infancia o con cosas por el estilo- debo confesar que hasta el día de hoy esa imagen sigue pareciéndome satisfactoria, para explicar algunas de las fuerzas invisibles que actúan sobre nosotros y que determinan nuestro comportamiento.
A través de los años me he percatado de que, efectivamente, existe una fuerza, solo que invisible, que vive tirando continuamente de nosotros para “arrastrarnos al abismo” de la rutina, del estancamiento y del deterioro mental, emocional y físico. Lo cual evitamos manteniéndonos activos, persiguiendo sueños, planteándonos retos y superándonos.
Durante las crisis de nuestras vidas, que suelen ser de tres tipos: salud – accidentes o enfermedades – dinero – altibajos en nuestra situación económica – o amor -problemas afectivos – nos acercamos al borde del mencionado abismo. Lo cual constituye una evidente llamada de atención de la vida a cambiar la manera en la que hacemos las cosas.
Ahora bien, ¿es esa la única forma de generar la energía necesaria para el cambio?
¡Pues no, esa es solo la manera pasiva y dolorosa!
La persona emprendedora, proactiva, se plantea el cambio no solo como la respuesta ante un peligro inminente, sino como la anticipación de una oportunidad emergente.
En su caso el cambio es consecuencia de sus aspiraciones y no únicamente de sus temores. De un deseo de progresar y no solo de una reacción para defender su integridad y su patrimonio, ya sea este físico, económico o afectivo.
Las aspiraciones de un individuo surgen fundamentalmente del contacto consigo mismo, de quererse y de imaginar una versión mejorada de sí mismo en el futuro, en la que podría devengar un mayor bienestar. Si bien la chispa que pone en marcha el motor de las aspiraciones es una insatisfacción, no es ante el peligro de perder algo, sino ante la percepción de que su vida podría ser mejor, más plena.
Para lograr el nuevo estado deseado, la capacidad de visualización le aporta al individuo la energía del cambio, mientras que la voluntad le provee del enfoque y de la disciplina necesaria para perseverar hasta alcanzar lo anhelado.
De forma que existen al menos dos grandes fuerzas que impulsan los procesos de cambio y transformación: responder ante los cambios originados por otros o por el entorno, o ser nosotros mismos sus generadores; constituyéndonos así en emprendedores.
Y regresando a mi imagen del hombrecito, he llegado a la conclusión de que los emprendedores se salen de la banda transportadora, pues no necesitan que la vida los sacuda para cambiar, ya que están despiertos, atentos a las posibilidades de expansión que la vida les ofrece.
A ellos no le sorprenden las situaciones, pues la mayoría de las veces son ellos mismos los que las provocan con su actitud atenta, positiva y entusiasta.
El impacto que genera un peligro inminente en nuestras vidas, dispara nuestra energía de cambio, pero por la vía del sobresalto, del dolor y del sufrimiento. La motivación que suscita la identificación de una oportunidad también nos puede llevar a cambiar, pero esta vez por la vía de la creatividad, del desafío y del disfrute.
La decisión de cual vía elegir es nuestra.
Intenta bajarte de la banda que conduce al abismo, aunque sea por momentos de tu vida. El éxito que consigas puede llevarte a saltar de ella definitivamente y a regirte por otras leyes, distintas a la de la gravedad, tales como la ley de la atracción y la de la intencionalidad.
Si logras ponerlas a tu servicio, no tendrás que esperar por la próxima crisis en tu vida para iniciar un cambio. En cierta forma te estarás convirtiendo en el dueño de tu destino.
Consultor en Desarrollo Organizativo
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