¿Combatió Buda el Marketing?
“Entre ambiciones y aspiraciones”.
Cuando el príncipe Siddharta Gautama, el Buda, salió de su reino en Kapilavastu, en las estribaciones del Himalaya (Nepal), para buscar la respuesta a sus inquietudes religiosas, no imaginaba que el resultado de su auto indagación, la supresión del deseo, tendría, décadas después, un enemigo tan formidable gestado en América. Nos referimos al Marketing.
El Marketing se ocupa esencialmente de vincular necesidades reales o creadas en el individuo, con bienes o servicios que supuestamente satisfarán dichas necesidades.
Y digo supuestamente, porque la exacerbación de las carencias físicas o psicológicas de la persona, que se realiza a través de las campañas publicitarias, rara vez logra ser satisfecha con los atributos de tal o cual producto. Sino que, por lo contrario, queda abierta para intentar ser aprovechada después en sucesivas campañas. A esto le llaman desarrollar la “lealtad del consumidor”.
El Marketing necesita del deseo que Buda quiso anular, ya que sin él no hay venta posible. Si una persona se siente completa y sin carencias no atribuirá a un producto publicitado el poder de satisfacerla. Su decisión de compra será consciente, inteligente, menos emotiva.
Para quienes están en un camino de auto superación, la propuesta del Sakyamuni -otro de los nombres con los que se identifica al Buda- resulta atractiva por cuanto confiere paz, tranquilidad. Poner un freno a nuestros desbocados deseos y dejar de andar por allí persiguiendo cuanto producto o servicio se promocione por los medios de comunicación, resulta apaciguador; además de que nos permite ahorrar.
No obstante, la sociedad moderna oferta tantos objetos interesantes, entretenidos y útiles, que salirse del torrente de consumidores implica un esfuerzo tan grande, que tal vez no esté dispuesta a llevarlo a cabo.
El Marketing se ha tornado cada vez más invasivo y pretende vendernos cosas desde una edad más temprana y desde más adentro de nosotros mismos. Hoy en día se habla del Neuro-marketing con tanto desparpajo que nos deja asombrados:
- ¿Qué área del cerebro se enciende cuando deseamos algo?
- ¿Qué tipo de genes determinan el comportamiento compulsivo del comprador?
- ¿Cómo hacemos para meternos más en la mente de la gente condicionándola?
Son algunas de las interrogantes que se plantean los científicos al servicio de este nuevo Marketing y que deberían hacer sonar las alarmas de la sociedad con respecto a nuestra libertad de elegir y el derecho a nuestra privacidad.
Pero no queremos dejar de comprar, lo que realmente queremos es hacerlo de una manera consciente, deliberada, no impulsiva.
La norteamericana Esther Hicks, autora de best sellers como “La Ley de Atracción” y “El Vórtice”, quizás nos muestre un camino medio válido entre estas posiciones extremas. Ella nos habla de tener una actitud no aprehensiva sino confiada ante lo que deseamos. De anhelar, más que desear; de aspirar, más que ambicionar. Una suerte de comedimiento en nuestras ansias de conseguir cosas, que tiene más de conformidad y aceptación, que de inquietud e impulsividad. En esa posición tal vez se encuentre el punto de equilibrio que buscamos.
Buda consiguió la iluminación y encontró su paz interior al extinguir el deseo, y los gestores del Marketing tal vez podrían quedar tranquilos con su consciencia, si lograran que remplazáramos nuestro desenfreno consumista por la aspiración reposada de aquello que realmente requerimos. Todo un reto en sociedades en las que el dinero es la ley.
No obstante, adoptando este punto de vista, la realización espiritual y el bienestar material no tendrían por qué ser excluyentes, sino que podrían ser vistos los dos extremos de una misma cuerda, llamada “deseo”.
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