Catástrofe y oportunidad
Tiempo de “anástrofe”
Más que especular sobre el origen de las recientes catástrofes acaecidas en España, Italia, Colombia y otras partes del globo, para establecer si se debieron a causas naturales, antrópicas -producidas por el hombre- o a una combinación de ambas, llama poderosamente la atención el hecho de que estos fenómenos continúan sucediendo. Y con ello, las tremendas consecuencias y secuelas que conllevan.
Ver perderse, de sopetón, cientos de vidas humanas, junto a la destrucción de ecosistemas y la pérdida de bienes materiales e infraestructura, sacude nuestra cotidianidad, nos confronta con la vulnerabilidad del sistema en que vivimos y nos recuerda nuestra fragilidad individual.
La palabra catástrofe proviene de dos vocablos griegos: kata, hacia abajo y strophe, voltear. Curiosamente, los antiguos griegos, grandes amantes del teatro, no usaban este término para describir los desastres naturales, sino para denominar el desenlace de una tragedia o comedia.
Puede que resulte interesante adoptar una perspectiva similar a esa ante la tragicomedia de la vida moderna: ver las catástrofes como desenlaces. Esta mirada nos llevaría a revisar nuestras formas de organización y funcionamiento social, y a replantearnos el verdadero propósito de nuestras vidas, más allá de las consabidas explicaciones que nos venden los sistemas de creencias oficiales. Las catástrofes nos extienden una invitación a buscar soluciones que impidan tanto dolor y sufrimiento.
Lo ideal, sería acometer dichas soluciones con la inocencia de un niño, dispuestos a cuestionarlo todo y a asombrarnos ante lo que podamos llegar a descubrir.
Procediendo de esa forma daríamos cabida a posibilidades radicalmente diferentes de conformar nuestra convivencia y a encontrar soluciones que no solo den respuesta a nuestras necesidades más acuciantes, sino que promuevan nuestro desarrollo y evolución conjuntas.
El metabolismo es un proceso esencial en la vida de los seres humanos y de los seres animales y consta de dos fases: el “catabolismo”, que descompone las macromoléculas en formas más simples, liberando energía, y el “anabolismo”, que consume dicha energía para formar nuevas moléculas complejas. Algo similar sucede también a un nivel social y planetario.
No nos limitemos a condolernos, paliar y prevenir las catástrofes, pasemos a la fase “anástrofe”, de utilizar la energía de ruptura liberada, para edificar nuevas formas de convivencia y planteémonos la posibilidad de “migrar de una sociedad basada en el ego y el dinero a otra fundada en el ser y los recursos”.
La caída y muerte de todo sistema conlleva un renacimiento. Seamos los precursores de este nuevo sistema que busca emerger.
© 2024 Vladimir Gómez Carpio
www.vladimirgomezc.com
Libro «Cómo llevar la luz al poder»
Catástrofe y oportunidad
Tiempo de “anástrofe”
Más que especular sobre el origen de las recientes catástrofes acaecidas en España, Italia, Colombia y otras partes del globo, para establecer si se debieron a causas naturales, antrópicas -producidas por el hombre- o a una combinación de ambas, llama poderosamente la atención el hecho de que estos fenómenos continúan sucediendo. Y con ello, las tremendas consecuencias y secuelas que conllevan.
Ver perderse, de sopetón, cientos de vidas humanas, junto a la destrucción de ecosistemas y la pérdida de bienes materiales e infraestructura, sacude nuestra cotidianidad, nos confronta con la vulnerabilidad del sistema en que vivimos y nos recuerda nuestra fragilidad individual.
La palabra catástrofe proviene de dos vocablos griegos: kata, hacia abajo y strophe, voltear. Curiosamente, los antiguos griegos, grandes amantes del teatro, no usaban este término para describir los desastres naturales, sino para denominar el desenlace de una tragedia o comedia.
Puede que resulte interesante adoptar una perspectiva similar a esa ante la tragicomedia de la vida moderna: ver las catástrofes como desenlaces. Esta mirada nos llevaría a revisar nuestras formas de organización y funcionamiento social, y a replantearnos el verdadero propósito de nuestras vidas, más allá de las consabidas explicaciones que nos venden los sistemas de creencias oficiales. Las catástrofes nos extienden una invitación a buscar soluciones que impidan tanto dolor y sufrimiento.
Lo ideal, sería acometer dichas soluciones con la inocencia de un niño, dispuestos a cuestionarlo todo y a asombrarnos ante lo que podamos llegar a descubrir.
Procediendo de esa forma daríamos cabida a posibilidades radicalmente diferentes de conformar nuestra convivencia y a encontrar soluciones que no solo den respuesta a nuestras necesidades más acuciantes, sino que promuevan nuestro desarrollo y evolución conjuntas.
El metabolismo es un proceso esencial en la vida de los seres humanos y de los seres animales y consta de dos fases: el “catabolismo”, que descompone las macromoléculas en formas más simples, liberando energía, y el “anabolismo”, que consume dicha energía para formar nuevas moléculas complejas. Algo similar sucede también a un nivel social y planetario.
No nos limitemos a condolernos, paliar y prevenir las catástrofes, pasemos a la fase “anástrofe”, de utilizar la energía de ruptura liberada, para edificar nuevas formas de convivencia y planteémonos la posibilidad de “migrar de una sociedad basada en el ego y el dinero a otra fundada en el ser y los recursos”.
La caída y muerte de todo sistema conlleva un renacimiento. Seamos los precursores de este nuevo sistema que busca emerger.
© 2024 Vladimir Gómez Carpio
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Libro «Cómo llevar la luz al poder»