Si me preguntaran
Viviendo entre niños
Desde temprana edad he disfrutado recopilando frases y mensajes inspiradores de personas que han podido extraer aprendizajes de sus vivencias, expresándolos de manera memorable.
Aparte de identificarme con ellos, con frecuencia comparto esos mensajes con otras personas. Más de una vez alguna de ellas me ha preguntado si eran de mi autoría, respondiéndoles que no y refiriéndoles el nombre del autor, si lo sabía.
Eso ha hecho que surja en mí la inquietud de enfocarme en hacer también mis propias reflexiones, mi propio balance, y lo he hecho respondiendo a la pregunta: ¿Y yo, qué tengo que aportar, qué he sacado en limpio de mi vida?
Haber entrado en la década de los 70 me ha permitido hacer unas cuantas reflexiones. He aquí una de ellas:
“Debo decir que durante mi vida únicamente me he relacionado con niños. Algunos de ellos tenían una actitud circunspecta, se habían enfundado en una personalidad estrecha, cerrada. Otros, por lo contrario, vivían libres, abiertos a la vida.
De los enfundados he aprendido cómo el desamor hacia uno mismo nos hace querer y rodearnos de cosas que ocultan nuestra soledad: pertenencias, posiciones y creencias.
Las pertenencias endurecen nuestras almas haciéndonos parecer dueños de algo. Las posiciones nos alivian temporalmente al fingir que estamos por encima de los demás, lo cual nos hace sentir importantes. Y las creencias nos asimilan a grupos que comparten la misma ideología, pero estas suelen asentarse solo en nuestras mentes, lejos de nuestra piel y de nuestra sensibilidad.
He querido mucho a niños -y niñas- enfundados y a algunos los he amado. Al abrirme sus corazones, libres de la armadura que los protegía, los he podido apreciar tal como eran, sin disfraz, y ellos a mí también. Algunos se marcharon de forma violenta, dejándome el sinsabor de su ausencia. Unos pocos han sido incondicionales y seguimos manteniendo viva la llama de la amistad.
Los otros niños, los libres, me hicieron revivir, me amaron sin darse cuenta y algunos aún siguen haciéndolo. Son como ángeles en la Tierra, manifestaciones de lo bueno, lo bello y lo verdadero. Y al comprender que el tiempo se acaba me he dado cuenta que, si hay algo realmente importante es tener a quien amar y por quien ser amado.
Otra cosa que he podido descubrir es en qué consiste el “pecado original”, del que hablan los católicos. Creo que está relacionado con tener un padre y una madre, pues nadie escapa a eso. Y digo pecado en el sentido de peca, mancha, huella o impronta, de programación básica que nos ubica respecto a nuestro género y nos ayuda a sabernos hombre o mujer, o alguna de las otras formas de experimentar la sexualidad.
Todo ser humano porta consigo una versión de su padre y de su madre -o de quienes hicieron sus veces- y en el proceso de erigir su personalidad, imitará o se distanciará de los rasgos con los que identifica a sus progenitores, dependiendo de que haya desarrollado hacia ellos una relación afectuosa o, por lo contrario, de rechazo.
Y, con suerte, cada uno también podrá ser “bautizado”, al sumergirse en las aguas de su verdadera esencia para librarse del “peccatum”, al decidir ser auténtico, quien realmente es, más allá de lo que sus padres fueron o dejaron de ser. En ese maravilloso instante nace un insurgente, un ser vital que supera la impronta primordial legada por los padres. Hace eclosión un hombre o una mujer renovados que enriquecerán la psico-diversidad humana, gracias a su manera única y particular de ser. Ya no será más una copia o una reacción de rechazo a la imagen paterna y materna que se había forjado; será, simplemente, alguien genuino.
He conocido a seres de esos y es imposible no amarlos. Son auténticos, carismáticos, vitales.
Algo que he también he podido observar con el pasar de los años, es ese plan perfecto llamado “vida” y darme cuenta que no existe falta alguna en lo que hacemos; tan solo aprendizajes.
Incluso cuando causamos daño a otros -de manera consciente o inconsciente- esa acción forma parte del plan perfecto y simplemente actuamos como agentes del “karma” del otro, así después tengamos que infringirnos castigos o sufrir privaciones para compensar el daño causado por nuestra falta de lucidez; por nuestro actuar insensible.
Hoy celebro la vida y todo lo que esta me ha brindado. He sido afortunado de descubrir al niño que vive en mí y en los demás”.
© 2024 Vladimir Gómez Carpio
www.vladimirgomezc.com
Libro «Cómo llevar la luz al poder»
Si me preguntaran
Viviendo entre niños
Desde temprana edad he disfrutado recopilando frases y mensajes inspiradores de personas que han podido extraer aprendizajes de sus vivencias, expresándolos de manera memorable.
Aparte de identificarme con ellos, con frecuencia comparto esos mensajes con otras personas. Más de una vez alguna de ellas me ha preguntado si eran de mi autoría, respondiéndoles que no y refiriéndoles el nombre del autor, si lo sabía.
Eso ha hecho que surja en mí la inquietud de enfocarme en hacer también mis propias reflexiones, mi propio balance, y lo he hecho respondiendo a la pregunta: ¿Y yo, qué tengo que aportar, qué he sacado en limpio de mi vida?
Haber entrado en la década de los 70 me ha permitido hacer unas cuantas reflexiones. He aquí una de ellas:
“Debo decir que durante mi vida únicamente me he relacionado con niños. Algunos de ellos tenían una actitud circunspecta, se habían enfundado en una personalidad estrecha, cerrada. Otros, por lo contrario, vivían libres, abiertos a la vida.
De los enfundados he aprendido cómo el desamor hacia uno mismo nos hace querer y rodearnos de cosas que ocultan nuestra soledad: pertenencias, posiciones y creencias.
Las pertenencias endurecen nuestras almas haciéndonos parecer dueños de algo. Las posiciones nos alivian temporalmente al fingir que estamos por encima de los demás, lo cual nos hace sentir importantes. Y las creencias nos asimilan a grupos que comparten la misma ideología, pero estas suelen asentarse solo en nuestras mentes, lejos de nuestra piel y de nuestra sensibilidad.
He querido mucho a niños -y niñas- enfundados y a algunos los he amado. Al abrirme sus corazones, libres de la armadura que los protegía, los he podido apreciar tal como eran, sin disfraz, y ellos a mí también. Algunos se marcharon de forma violenta, dejándome el sinsabor de su ausencia. Unos pocos han sido incondicionales y seguimos manteniendo viva la llama de la amistad.
Los otros niños, los libres, me hicieron revivir, me amaron sin darse cuenta y algunos aún siguen haciéndolo. Son como ángeles en la Tierra, manifestaciones de lo bueno, lo bello y lo verdadero. Y al comprender que el tiempo se acaba me he dado cuenta que, si hay algo realmente importante es tener a quien amar y por quien ser amado.
Otra cosa que he podido descubrir es en qué consiste el “pecado original”, del que hablan los católicos. Creo que está relacionado con tener un padre y una madre, pues nadie escapa a eso. Y digo pecado en el sentido de peca, mancha, huella o impronta, de programación básica que nos ubica respecto a nuestro género y nos ayuda a sabernos hombre o mujer, o alguna de las otras formas de experimentar la sexualidad.
Todo ser humano porta consigo una versión de su padre y de su madre -o de quienes hicieron sus veces- y en el proceso de erigir su personalidad, imitará o se distanciará de los rasgos con los que identifica a sus progenitores, dependiendo de que haya desarrollado hacia ellos una relación afectuosa o, por lo contrario, de rechazo.
Y, con suerte, cada uno también podrá ser “bautizado”, al sumergirse en las aguas de su verdadera esencia para librarse del “peccatum”, al decidir ser auténtico, quien realmente es, más allá de lo que sus padres fueron o dejaron de ser. En ese maravilloso instante nace un insurgente, un ser vital que supera la impronta primordial legada por los padres. Hace eclosión un hombre o una mujer renovados que enriquecerán la psico-diversidad humana, gracias a su manera única y particular de ser. Ya no será más una copia o una reacción de rechazo a la imagen paterna y materna que se había forjado; será, simplemente, alguien genuino.
He conocido a seres de esos y es imposible no amarlos. Son auténticos, carismáticos, vitales.
Algo que he también he podido observar con el pasar de los años, es ese plan perfecto llamado “vida” y darme cuenta que no existe falta alguna en lo que hacemos; tan solo aprendizajes.
Incluso cuando causamos daño a otros -de manera consciente o inconsciente- esa acción forma parte del plan perfecto y simplemente actuamos como agentes del “karma” del otro, así después tengamos que infringirnos castigos o sufrir privaciones para compensar el daño causado por nuestra falta de lucidez; por nuestro actuar insensible.
Hoy celebro la vida y todo lo que esta me ha brindado. He sido afortunado de descubrir al niño que vive en mí y en los demás”.
© 2024 Vladimir Gómez Carpio
www.vladimirgomezc.com
Libro «Cómo llevar la luz al poder»