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¿Qué vas dejando a tu paso?

De la observación pasiva a la acción deliberada

Como seres pensantes nos hemos tomado muy en serio nuestra condición y nos la pasamos la mayor parte del tiempo en eso, pensando. Pero nuestro modo de pensar es por lo general pasivo, poco intencional. Damos vueltas y vueltas en torno a temas trillados, recorriendo un temario gastado que rara vez se renueva.

Algunos de los asuntos habituales en los que enfocamos nuestra maquinaria mental lo conforman “las cosas a las que nos resistimos”. Son esas situaciones típicas que calificamos de negativas o de inconvenientes, que se convierten en el blanco de nuestras críticas o quejas más frecuentes. Y son también el motivo de más de una conversación entre amigos, de esas en la que “liberamos carga” y que rara vez llevan a alguna parte.

Nos gusta hablar de lo que no nos gusta, insinuando que lo queremos cambiar. Pero en la práctica dedicamos muy poca, o ninguna, energía a materializar acciones que conduzcan a las transformaciones deseadas.

La razón de ello quizás resida en que en este mundo en el que vivimos, tan informado e informatizado, recibimos noticias sobre problemas de toda índole, que hacen que la carga emocional que pesa sobre nuestros hombros luzca enorme, muy superior a nuestra capacidad de ocuparnos de ellos y darles solución.

¿Para qué nos llenamos de informaciones sobre situaciones que lo que hacen es preocuparnos y agobiarnos, cuando no planeamos implicarnos en ellas, ni darles respuestas que contribuyan a solucionarlas?

La respuesta frecuente que obtengo a esta pregunta es: “porque debemos estar informados”.

Y me pregunto: ¿informados de qué? ¿De las desgracias que agobian a algunos de nuestros congéneres en cualquier parte del planeta? ¿De los desmanes de algunos políticos, millonarios o personajes del jet set internacional?

¿Y que nos queda de todo eso? ¿La sensación de que este mundo está perdido?

Pues si es así, estamos incurriendo en un craso error, ya que el mundo no es solo eso. Eso es lo que nos venden los noticieros de la TV, la prensa y las revistas, impresas o digitales, pero no lo que constituye el mayor porcentaje de la realidad; ni mucho menos.

Un enfoque más sano para nuestras vidas podría ser el de dosificar la información que recibimos e implicarnos en procesos de transformación de nuestra realidad que abriguen probabilidades de éxito.

He aquí algunas sugerencias para una vida mental más sana:

  • Pida a sus allegados que dejen de enviarles emails con noticias negativas
  • Propóngase una día a la semana no quejarse, no criticar y no hacer proyecciones pesimistas sobre el futuro
  • Evite a la gente negativa
  • Dosifique el tiempo que dedica a la TV y a la prensa
  • Identifique un proyecto de cambio al que le abone probabilidades de éxito e implíquese en él
  • Aprenda de la gente que hace trabajo social
  • Cada vez que entre a un lugar pregúntese: ¿qué podría hacer yo para que al salir de este sitio lo haya dejado un poco mejor de cuando entré?

Finalmente, medite sobre la definición de éxito que nos legó el escritor, filósofo y poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson:

“Ganarse el respeto de las personas inteligentes y el cariño de los niños. Apreciar la belleza de la naturaleza y de todo lo que nos rodea. Buscar y fomentar lo mejor de los demás. Dar el regalo de ti mismo a otros sin pedir nada a cambio, porque es dando como recibimos. Haber cumplido una tarea, como salvar un alma perdida, curar a un niño enfermo, escribir un libro o arriesgar tu vida por un amigo. Haber celebrado y reído con entusiasmo y alegría, y cantado con exaltación. Tener esperanza incluso en tiempos de desesperación, porque mientras hay esperanza hay vida. Amar y ser amado. Ser entendido y entender. Saber que alguien ha sido un poco más feliz porque tú has vivido. Éste es el significado del éxito”.

© 2024 Vladimir Gómez Carpio
Consultor en Desarrollo Organizativo
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vladigom@hotmail.com