Mudar de ego
En el ámbito del desarrollo personal es frecuente escuchar a algunos guías y maestros referirse al ego y a la mente como obstáculos para el desenvolvimiento espiritual. A tal punto, de que hablan de “aniquilar el ego” y de “matar la mente”.
El ego, como estructura psíquica y asiento de la personalidad, es una necesidad para nuestra supervivencia. Para comprender su utilidad basta observar la cantidad de mecanismos de defensa que lo conforman, creados para protegernos de amenazas reales o imaginarias. Por otra parte, un ego no estructurado puede dejar a la persona expuesta a los avatares de la vida por falta de arraigo en sí misma.
No obstante, el que dichos mecanismos nos hayan servido en un momento determinado para superar situaciones, no quiere decir que sigan siendo eficaces en la actualidad. De hecho, muchos de ellos resultan disfuncionales y en lugar de ayudarnos a solucionar problemas, constituyen de por sí un nuevo problema.
Por su parte, la mente, ya sea que la veamos como una función del cerebro o como una “estructura” energética que utiliza el cerebro para expresarse, es el resultado de miles de años de evolución, siendo por lo tanto una de las responsables de las grandes diferencias que existen entre nosotros y nuestros vecinos en el planeta, los animales.
Así que no parece muy sensato intentar anular o prescindir de la mente, pues este maravilloso instrumento se ha ido perfeccionando a través del tiempo, después de muchísimos roces, fricciones y aprendizajes, gracias a lo cual hemos podido llegar tan lejos como humanidad.
Sin embargo, está claro que muchas de las dificultades que encontramos en nuestra interacción diaria con los otros y con nosotros mismos, tienen su origen en la conformación de nuestros egos y en el condicionamiento de nuestras mentes. Lo cual se pone de manifiesto a través de la serie de respuestas automáticas que disparamos ante situaciones de una misma índole.
Por cierto, que son estas respuestas mecánicas e inconscientes las que hacen posible predecir nuestros comportamientos; uno de los objetivos de la psicología.
Las consideraciones anteriores me llevaron a preguntarme si no podríamos desarrollar una estrategia en la que, valiéndonos de nuestro ego y de nuestra mente, consiguiéramos avanzar en nuestro desarrollo personal y espiritual.
La respuesta que me ha surgido es una especie de juego al que he denominado “Mudar de ego”.
¿En qué consiste?
Imaginemos a nuestro ego o personalidad actual como un ciber-traje que nos vestimos y desde el cual nos expresamos, con las siguientes funcionalidades o características:
- Está anclado en nuestra mente y nos mantiene todo el tiempo pensando y cavilando.
- Hace que nos identifiquemos de tal forma con nuestra mente que nos creemos que somos la mente.
- Nos lleva a reaccionar ante las situaciones que se nos presentan mediante respuestas automáticas, aprendidas de la experiencia.
- Nos mantiene buena parte del tiempo en el pasado, rememorando situaciones dolorosas, o en el futuro, haciéndonos preocupar por circunstancias inciertas, supuestamente riesgosas.
- Intenta encuadrar todo lo que nos sucede dentro de nuestra historia personal, para hacerlo congruente con “lo que somos”.
- Vive estableciendo comparaciones con los demás y recurre a la crítica, el juicio, la descalificación y la justificación, entre otros ardides, para no estar “por debajo” de ellos.
- Se regodea en el pesimismo, en lo que no funciona y en la autocomplacencia negativa.
Ahora bien, imaginemos que construimos un nuevo ciber-traje, un nuevo ego, con las siguientes propiedades:
- Está anclado en nuestro corazón, con lo cual nos lleva a estar conscientes de lo que sentimos, junto a lo que pensamos
- Nos permite ver a la mente como un poderoso instrumento a nuestro servicio y no basamos nuestra identidad en ella y sus contenidos
- Nos lleva a hacer una pausa antes de responder a las situaciones que se nos presentan y a actuar solo después de reflexionar
- Nos mantiene en el presente -aquí y ahora- y cuando evoca el pasado lo hace filtrándolo; sin la carga emocional de lo vivido
- Está abierto a las nuevas vivencias -como cuando éramos niños- sin tener que buscar la congruencia con lo que creemos ser. Incrementando así nuestra capacidad de tener aprendizajes significativos
- A pesar de que percibimos diferencias respecto a la forma de ser de los demás, no pretende equipararnos a ellos, dando así cabida a las diversas formas de ser
- Aunque nos permite identificar riesgos o amenazas, se ocupa de gestionarlas para eliminarlas o atenuarlas y se enfoca en lo que funciona, en lo positivo
Una vez identificados estos dos “ciber-trajes”, el juego consiste en dejar de usar el antiguo, nuestro viejo ego y llevar solo el nuevo. Al intentar usarlo es muy probable que ocurra que, sin darnos cuenta, volvamos a vestirnos el viejo, ya que es lo que nos resulta habitual y fácil.
En dicho caso lo que tenemos que hacer es simplemente preguntarnos: ¿Qué traje llevo puesto ahora? Esta sola pregunta nos llevará automáticamente a mudar de ego, a hacernos conscientes del traje desde donde estamos actuando y a vestir nuestro nuevo traje.
Y así, cada día, intentaremos pasar más y más tiempo usando nuestro nuevo ego hasta que, llegado un momento, nos percatemos de que ya no queremos regresar al antiguo.
Será entonces el tiempo de formularnos una nueva pregunta: ¿Quién es el que porta este traje? No nos apresuremos en dar una respuesta mental, intelectual, a esta pregunta, ya que la respuesta solo tendrá sentido cuando provenga de alguien que lleva suficiente tiempo usando su nuevo ego, el cien por ciento del tiempo. Solo entonces estaremos en capacidad de descubrir y recibir el premio detrás de este juego.
¡Te invito a intentarlo!
Consultor en Desarrollo Organizativo
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