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Elegir lo que nos sucede

La desidentificación del ego

El diccionario define identificar como “reconocer si una persona o cosa es la misma que se supone o se busca”.

Los seres humanos hemos venido suponiendo que nuestro cuerpo, nuestra mente, las acciones que realizamos y cuanto nos sucede y nos toca emocionalmente, constituyen esa entidad a la que llamamos “Yo.”

Y como en la dimensión en la que nos desenvolvemos percibimos la realidad como una continua sucesión de eventos, la suposición básica respecto a quienes somos va nutriendo progresivamente nuestra historia personal. Historia que conservamos en nuestra mente convenientemente editada a través de la serie de creencias, valores, preferencias y prejuicios que cargamos a nuestras espaldas.

Creer que somos ese compendio de entidades y cosas, es la causa principal del drama y el sufrimiento humano, y la base de nuestros altibajos emocionales.

Pero si cuestionamos el hecho de que realmente seamos “eso” y decidimos tomar distancia de las situaciones de nuestra vida, observándolas sin enjuiciarlas, permitiendo que suceda lo que tiene que suceder, podremos ser testigos del fenómeno de la “individuación”. Término con el que Carl Jung refiere el proceso que nos impulsa a explorar nuestra esencia más auténtica.

Dicho fenómeno conduce a una desidentificación del personaje que creemos ser y permite reconocer y liberar la carga emocional represada a lo largo de nuestra existencia, por habernos tomado las cosas personalmente. De esta forma accedemos a un estado de “nadidad” y de “unicidad” que es característico de la expansión de la consciencia.

Una vez experimentado ese estado, mantenernos en él no tendría que representar una meta para nosotros, ya que no es algo que competa a la mente, sino que constituirá nuestro deseo más ferviente, puesto que simplemente no querremos dejar de sentir la dicha inefable que acompaña a ese estado expandido.

Para preservarlo lo que necesitamos es dirigir continuamente nuestra atención desde las situaciones que el mundo nos presenta, hacia nuestro corazón; “estar en el mundo, sin ser del mundo”.

Así, en todo momento experimentaremos la dicha que sobreviene al reconocernos como lo que realmente somos: seres, o sea luz, habitando entidades físicas – humanas.

© 2024 Vladimir Gómez Carpio
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