Un minuto de silencio ¿o dos, o tres …?
El homenaje de callar
La singular costumbre que tenemos en Occidente de guardar un minuto de silencio -originalmente fueron dos- por las personas desaparecidas de forma violenta, comenzó el 11 de noviembre de 1919, a las 11 horas, para rendir homenaje a las víctimas y damnificados de la Primera Guerra Mundial.
La idea fue concebida por Edward Honey, un periodista y soldado australiano que sirvió por breve tiempo en el ejército británico, quien formuló su propuesta a través de una carta enviada al diario Evening News de Londres.
Después de varias vicisitudes la idea finalmente se hizo paso, consiguiendo llegar hasta el rey George V, quien dio el visto bueno para que se llevase a cabo.
No deja de llamarme la atención que este homenaje póstumo que hacemos a nuestros semejantes, ya sea por haberse inmolado en un acto heroico, por haber resultado víctima de un atentado o por haber perdido la vida en un accidente, consista en callar, en guardar silencio.
Me admira que callar tenga ese significado de muestra máxima de respeto.
El homenaje del silencio tal vez debería extenderse también a otros ámbitos de nuestra existencia y no limitarlo solo a honrar a quienes ya no nos acompañan en este plano, sino servir también para enaltecer a quienes aún están entre nosotros; dando al silencio un sitial preferente en nuestras vidas.
Quizás producto de tanta represión histórica, de unos medios de comunicación desbocados y de la dificultad proverbial que tenemos para estar solos con nosotros mismos, sea por lo que hemos caído en este hablar compulsivo que tanto ruido hace y tan poco dice.
Pero podemos darle un alto al hablar desenfrenado y rendir homenaje a quienes nos brindan su presencia aquí y ahora, prestándole oídos y practicando la escucha activa. Esa que se interesa genuinamente en el otro, entregándole toda nuestra atención para poder comprenderle y no solo haciendo una pausa mientras nos preparamos para replicar.
Callo ahora para dejar al lector algunas citas inspiradoras sobre el silencio que grandes almas nos han legado:
«La mitad del mundo tiene algo que decir, pero no puede; la otra mitad no tiene nada que decir, pero no calla”.
Robert Lee Frost
“Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla”.
Sigmund Freud
“Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar”.
Ernest Heminway
“El comienzo de la sabiduría es el silencio”.
Pitágoras
“Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo”.
Ludwig van Beethoven
Tengamos presente, igualmente, que:
“No decidir es una elección; el silencio también es una respuesta”.
Y que:
“No toda distancia es ausencia, ni todo silencio es olvido”.
¡Os dejo con vuestro silencio!
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