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Subir de vibración

¿Podemos dejar de implicarnos tanto en nuestras situaciones?

Sin querer contradecir al ilustre filósofo y ensayista español, Ortega y Gasset, cuando dijo: “Yo soy yo y mis circunstancias… si no las cambio a ellas no me cambio a mí”, tal vez las situaciones de nuestra vida pudiéramos gestionarlas de una manera muy diferente, si dejáramos de erigir a nuestro Ego como el centro de nuestras circunstancias.

Es decir, nuestra experiencia de vida podría ser mucho más satisfactoria y plena si pudiéramos ver las circunstancias que nos rodean tan solo como algo que está sucediendo allí afuera y no traerlas a nuestro interior. Esto podemos conseguirlo “subiendo de vibración”.

Subir de vibración es una forma de expresar la posibilidad que tenemos de ponernos por encima de nuestras situaciones de vida. Para lograrlo debemos, en primer lugar, aceptar la situación que se nos presenta plenamente, cualquiera que esta sea. La razón de esta actitud de rendición ante la situación es sencillamente porque ella ya está ahí, es algo que sucede en nuestro entorno, e independientemente de lo que nos parezca, por más que pretendamos negarla no desaparecerá.

La aceptación nos ayuda a detener un poco la frenética actividad de nuestra mente, que vive constantemente juzgándolo todo, calibrándolo todo y engrosando nuestro ego con sus opiniones y dictámenes.

Una vez aceptada la situación, lo siguiente que tenemos que hacer es elevar nuestra vibración, tomando distancia de ella, mirándola con perspectiva, desde lo alto. La palabra “supervisar”, empleada para distinguir el rol de los individuos responsables de coordinar el trabajo de otros, apunta a lo mismo, a: “súper”, desde lo alto y “visar”, mirar. Esta manera de tomar distancia de las situaciones se asemeja al acto de subir a un ascensor y ver las cosas desde la planta alta.

Para saber cuándo nos encontramos en ese estado “ascendido”, contamos con un poderoso sistema de indicadores; nuestras emociones. Si ante una situación determinada notamos que respondemos desde un estado de ánimo alterado, es momento de tomar el ascensor y subir a la planta alta, pues nos habremos implicado afectivamente en ella. Dicha implicación conlleva además la continua alimentación de nuestro Ego mediante el ejercicio de sus preferencias: “esto me gusta, esto no”; “esto lo acojo, esto lo rechazo”.

La práctica cada vez más frecuente de “tomar el ascensor” para ver las cosas desde arriba, va generando en nosotros, progresivamente, un estado de auto observación tal que nos permite experimentar nuestro verdadero Ser. O sea, tomar consciencia de quiénes realmente somos. Además de que nos sitúa en un punto desde el cual podemos tomar decisiones desapasionadas, objetivas.

En la medida en la que el ascenso a ese otro nivel de conciencia se va haciendo más frecuente y que nos hacemos visitantes habituales de ese plano, nos volvemos más eficaces en el abordaje de nuestras situaciones existenciales. Hasta que, llegado un momento, logramos establecernos de forma permanente en dicho plano.

Ese día, las circunstancias de nuestra vida quizás ya no tengan más el poder de reactivarnos, de sacarnos de nuestro centro, puesto que podremos verlas como quien ve una obra de teatro, con dos tipos de actores: los externos, las circunstancias provocadoras, y los internos, las emociones que pudieran desatar. Al no identificarnos con ninguno de los dos, conseguiremos apreciar las situaciones de forma neutra, objetiva, lo cual facilita su gestión.

¿Constituirá ese estado de neutralidad el llamado Satori, Samadhi, o Nirvana, del que nos hablan las filosofías orientales? ¡Si no lo es, es muy probable que conduzca a él!

La verdadera transformación de las situaciones no se produce tanto en lo externo, en la condición que nos rodea, como en lo interno, en la modificación de nuestra manera de abordarlas.

Puede que el proceso de aceptar una situación y de verla “con altura”, sea el camino más directo hacia su resolución. A fin de cuentas, la incidencia de una situación en nuestra vida depende de la forma en que nos relacionamos con ella.

Para descargar este artículo en PDF haga clic en el siguiente enlace Art. 86 Blog.

© 2024 Vladimir Gómez Carpio
Consultor en Desarrollo Organizativo
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