La tablet orgánica
La trampa de la percepción
Imagine el lector, que aun siendo niño sus padres le hubiesen regalado un ordenador tipo tablet y le hubieran dicho: “Hijo, este equipo te será de gran ayuda durante toda tu vida. Con él podrás fotografiar o grabar en vídeo todo cuanto te suceda, escribir tus ideas y reflexiones, realizar cálculos, atesorar recuerdos en forma de imágenes, comunicarte con lo demás por email o por chats. Y además, guardar todos esos eventos en forma de registros que siempre estarán accesibles para ti con solo ubicarlos dentro de sus archivos. Disfrútalo y cuídalo como tu mayor tesoro”.
Imagine también que a partir de ese momento, todo cuanto usted viera o escuchara lo hiciera a través de la pantalla de su tablet, que cuando hablara con otros lo hiciera por Skype, y que en general se relacionará con el mundo exclusivamente a través de su maravillosa herramienta.
Adicionalmente, para lograr una mayor practicidad, piense que usted logró dotarse de un dispositivo que le permitiese mantener colgada su tablet frente al pecho, para operarla con mayor comodidad. Y que adquirió también un casco con cámara, auriculares y micrófono, de forma que le permitiese mirar, escuchar y hablar con mayor soltura.
Como usted seguramente sabe todos estos aparatos constan de un hardware (el equipo en sí), un software (el sistema operativo) y un conjunto de aplicaciones (programas) que son los que le permiten procesar de una manera particular la información recibida. Y, por supuesto, que disponen de conectividad -se pueden comunicar con otros equipos.
Para ir aún más allá en nuestro ejemplo, imagine también que su tablet y los accesorios de su casco pudiesen instalarse dentro de su cuerpo, de manera que pasaran a ser parte integral de su organismo; una suerte de “tablet orgánica”.
Con el tiempo, sería bastante probable que usted sintiera dicho instrumento como parte de sí mismo, de lo que denomina “Yo”, sin percatarse ya casi de su existencia; excepto en caso de que se dañase. No logrando distinguir bien entre lo que usted es y esa maravillosa interfaz de comunicación omnipresente en su vida, en que se ha vuelto su tablet orgánica.
Si alguien llegara a decirle que la realidad es algo distinto a lo que usted está acostumbrado a ver a través de la pantalla de su tablet, es muy probable que usted se resistiera a ello, pues la realidad -según usted- es aquello que logra ver a través de su querido instrumento.
Para argumentar a favor de la validez de su punto de vista, usted contaría en su memoria con la prueba de que todo lo procesado ha sido muy real, pues tendría el registro de ello, de cada detalle, dentro de sí.
Por último, agreguemos un detalle más a nuestro ejercicio de imaginación. En vista de lo importante que se ha vuelto su tablet para usted y del cariño que ha desarrollado por ella -recuerde que fue un regalo de sus padres- usted ha decidido ponerle un nombre a su querida tablet; ha decidido llamarla su “mente”.
Reflexión:
- El mundo que percibimos tal vez sea tan solo un pálido reflejo de lo que es en realidad.
- Tal vez nunca hayamos visto directamente a los demás.
- Tal vez nuestras interpretaciones de lo vivido hayan sido condicionadas.
- Tal vez lo que recordamos no haya ocurrido tal como creemos que sucedió.
- Tal vez el regalo de nuestros padres fue entretenido usarlo pero solo durante un tiempo.
- Tal vez sea un buen momento para ir al encuentro de la realidad…sin la tablet; quiero decir…sin la mente.
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© 2024 Vladimir Gómez Carpio
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