Dando luz a nuestra sombra
Convirtiendo defectos en talentos
Debido a la manera según la cual fuimos educados, -o domesticados-, las personas tendemos a ocultar algunos aspectos de nuestra personalidad por considerarlos poco deseables, pues nos enseñaron que eran incorrectos, inapropiados, inaceptables.
Esto nos sucede con todas esas facetas de nuestra manera de ser que nos han ocasionado problemas en el pasado. Tratamos de negarlas, o de no prestarles atención, actuando como si no existieran, como si no fueran parte de nuestra estructura psíquica. Son como una sombra, como la denominó Carl Jung -el psicólogo y psiquiatra suizo- a la cual pretendemos ignorar, pero que nos sigue doquiera que vamos. E intentamos alejarnos de ella con el mismo éxito que lograba Peter Pan, el personaje de J. M. Barrie inmortalizado por los estudios Disney.
Pero es precisamente la actitud contraria, la de aceptar estos aspectos“negativos” de nuestra personalidad, la de ponerles atención y someterlos a escrutinio, la que nos permitirá arrojar un poco de luz sobre ellos, para poder incorporarlos luego al conjunto de características, destrezas y habilidades que conforman nuestro equipamiento de talentos.
Si lo analizamos con detenimiento, veremos que este conjunto de características que pretendemos negar u ocultar no son sino “talentos en estado embrionario”, que lo que necesitan es ser nutridos y emerger, dar a luz, para convertirse en importantes aliados de nuestro desarrollo.
Ante estos talentos en estado germinal es conveniente detenernos, tomar un papel y registrarlos, escribiendo junto a cada uno de ellos la cualidad que representa lo opuesto. Es decir, la que nos mostraría cómo sería ese talento si mutara, si se transformara y se convierta en virtud, en cualidad.
A partir de allí, seleccionaremos la característica a desarrollar que nos parezca más importante para nuestra vida y la pondremos en el foco de nuestra atención. Luego haremos cada día algo en pro del desarrollo de ese aspecto de nuestra personalidad que necesita ser desplegado; ya sea investigando, procurándonos ayuda profesional, leyendosobre él, o simplemente ejercitándolo.
El proceso de desplegar nuestros talentos embrionarios es parte de la maduración emocional de todo individuo y el solo hecho de tenerlos presente y de dedicarles unos instante de atención cada día, va lentamente va arrojando luz sobre lo que, inicialmente apreciamos como una debilidad. Y es precisamente esa luz la que le quitará el carácter de negativos y la que hace también desaparecer los sentimientos de culpabilidad, resentimiento o frustración, frecuentemente asociados a ellos.
Concentrarnos en el desarrollo de un talento a la vez, es una forma de enriquecer nuestra personalidad y con ello de mejorar la capacidad de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. Todo defecto no es sino una cualidad en estado germinal, en estado incipiente, latente y para transformarlo lo primero que necesitamos hacer es aceptarlo, en vez de ocultarlo.
Es preciso salir de la parálisis que produce la negación de nuestro defectos, liberando la carga emocional asociada a ellos, al no aceptarlos o reprimirlos.
Por el solo hecho de aceptarlos, comienza a operar en nosotros un curioso proceso de metamorfosis, al despojarlos de su carácter siniestro, deplorable, fatídico, pasando a convertirse, con el tiempo, la auto-observación y la aceptación, en un recurso más de nuestro equipamiento personal. Y una vez transformado un defecto en cualidad, de lo que se trata es de subir al primer lugar otro de los “defectos” de nuestra lista, para ponerlo en el foco de nuestra atención y trabajar en él.
Nuestra transformación personal es una aventura en la que el paisaje y los desafíos no están fuera, sino dentro de nosotros.
© 2024 Vladimir Gómez Carpio
Consultor en Desarrollo Organizativo
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